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Taberna del AlabarderoPequeños lujos

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Lo primero que hay que hacer es descubrirse ante el mérito que tiene llevar más de veinte años formando a generaciones de profesionales que han salido de su Escuela de Hostelería. Eso que vaya por delante.

Hoy vamos a hablar del restaurante que ocupa la primera planta de la estupenda casa del XIX en la que está ubicada La Taberna del Alabardero. Otro día hablaremos del interesante bistrot que tienen en la planta de abajo. Al llegar, lo primero que transmiten las distintas salas del restaurante es exclusividad, cuidado y privacidad.

E inmediatamente hay que decir que ese ambiente distinguido se va a reflejar en la cuenta final. Venir a comer aquí supone un esfuerzo económico que ahora entraremos a valorar si merece la pena o no.

Como referencia existe un menú degustación sin vinos por 65 euros.

Para abrir el apetito comenzamos con un plato de jamón serrano de Huelva de excelente de calidad pero mal cortado para costar 26 euros. El corte del jamón, como la forma en la que se cuece el marisco, puede ser tan importante como la calidad de la materia prima. Y eso no se puede descuidar en un restaurante así.

Continuamos con un excelente carpaccio de presa ibérica con espuma de queso, y nos equivocamos tomando un empalagoso gazpacho de melocotón que con ese nombre, error nuestro, no teníamos que haber pedido.

Y de plato principal nos decantamos por el pescado que nos sugieren. En primer lugar un atún rojo rojo con estofado de fresas que se les pasó de punto y una estupenda merluza a la bilbaína justa de sabor pero con un excelente acompañamiento de verdura y, especialmente redonda por los chipironcitos.

La oferta de vinos y su cuidado son  espectaculares y por eso estás dispuesto a pagar un precio superior al de restaurantes de la misma categoría. Nosotros nos decantamos por un Predicador del 2009 que nos pareció redondo.  Y antes de terminar una referencia al servicio muy profesional aunque algo perdido por la complejidad que da la estructura de los distintos comedores.

Difícil resumir todo lo anterior, pero vamos a intentarlo.  A la Taberna del Alabardero hay que ir, hay que dejarse seducir por su ambiente, hay que ir sin prisas y sin miramientos en lo económico. Pero también hay que ser exigentes, porque tienen a la espalda un nombre que hay que respetar y mantener. Y deberían seguir luchando por volver a ser lo que fueron.

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