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Bar TinoCincuenta años sin cerrar

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A pocos metros de la céntrica plaza del Duque, en la calle Tarifa, se encuentra el bar Tino en pleno corazón de esta ciudad cada vez más turística y menos industrial, más comercial y menos real.

¿Recordáis cuando todos decíamos que en Sevilla nunca triunfaría una hamburguesería? Pues bien, es Tino casi el único bar que no ha sucumbido a los estragos de la Revolución Comercial: En cincuenta metros a la redonda sólo queda sitio para comida rápida… de cualquier tipo, con cualquier adjetivo, pero rápida… Y de ahí a la desertización efectiva del centro sólo va un paso.

¿Tan difícil es vender bien lo nuestro, aquello por lo que somos conocidos en toda España, el «tapeo»? ¿Tendrá que venir una franquicia catalana o madrileña «come-come», «tapes-tapes» o «traga-traga» para que nos vuelva a gustar la tradicional cocina sevillana?

Es triste, pero vamos al lío. Ha llegado el verano y a uno le gusta empezar por el tapeo frío y, así, observamos la buena pinta que tienen esos huevos rellenos, la ensaladilla de atún, los huevos con mayonesa, el pulpo, salpicón de marisco o, como no, unas exquisitas anchoas imperiales.

Para continuar seguimos con el apartado fritos –nunca el frito variado que en nuestras costas es sinónimo de «timoaturistadesprevenidoeindeciso»-: los calamares, un cazón en adobo con su punto justo de aliño, unas gambas rebozadas sobresalientes… que te hacen terminar en el apartado de «otros fritos» donde mandan la pechuga bechamel y el generoso San Jacobo.

Si nos metemos en la carne en su plancha nos encontraremos con un exquisito solomillo al whisky con mojo picón, unos conseguidísimos secretos y presa ibérica y pinchos de pollo de cerdo y de chocos verdaderamente apetecibles.

En definitiva, pasen y vean este bar… de los únicos que nos quedan ya (parafraseando a El Pali, «todo ha muerto, todo ha muerto, como murió la Alameda»). Un bar que regenta Antonio Gómez y su servicial equipo (y donde estuvo antes Blanco Cerrillo), que tras cincuenta años y con cuatro reformas a sus espaldas sigue dando tanta guerra en los bares de tapeo de centro porque detrás de todo hay mucho de saber estar, de calidad y profesionalidad y una garantía que, se dice pronto, se llama cincuenta años… sin cerrar nunca o casi nunca.

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