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Casa RománCasa Román: «Murillo tuvo que ser»

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Era la una de la tarde de un sábado pre-primaveral y las colas de la fundación Focus para ver ese dream team de Murillo y Velázquez llegaban a Mateos Gago. Y claro, no se nos ocurrió mejor plan que asomarnos a Casa Román a refrescarnos, porque la Cultura abre siempre el apetito.

El resultado se lo pueden imaginar: lleno hasta la bandera y con una doble fila en la barra que no habíamos conocido nunca allí. Cuando nos mirábamos desesperados para huir de allí la mirada inteligente de un camarero se cruzó con la nuestra «¿Son 4? ¿Vienen a comer? ¿Por qué no pasan al comedor de dentro?»

Casa Román guarda secretos

¿Al comedor de dentro? Y después de lustros yendo a Casa Román nos desvelaron uno de los secretos mejor guardados de Sevilla: el pequeño comedor de apenas cuatro mesas que, lejos del mundanal ruido, atesora este centenario establecimiento.

Un espacio que según las reservas que tengan se convierte en un reservado para quedarse a vivir en él.

A partir de ahí el homenaje fue el que siempre puedes darte allí, aunque hemos de decir que vimos una carta que no sabíamos ni que existía y que invitaba a probar muchas otras cosas más allá del sota, caballo y rey que mentalmente siempre habíamos manejado.

Así es su carta

Por supuesto empezamos con un queso de oveja semi-curado y un jamón ibérico de bellota que, aparte de la calidad y la rotación, siempre tienen un corte cuidado que los hace distintos. También tuvimos la ocasión de pedir una tapita de una extraordinaria caña de lomo que dignifica la categoría. A continuación unas croquetas de jamón perfectas, poco más hay que decir de ellas: sabor, masa, fritura. Y casi a la vez nos sorprenden también con un delicioso calabacín a la plancha.

Y una vez que hicimos los honores a los entrantes nos concentramos en sus huevos fritos con patatas, que unos acompañamos con jamón y otros con chorizo. Y que siguen siendo, con razón, santo y seña de esta casa.

Como aún había hambre y, ¿por qué no decirlo?, ganas de permanecer en ese privilegiado rincón, nos decidimos por terminar de comprobar si todo el cerdo que tenían eran bueno ¡Y vaya si lo fue!: una sobresaliente presa ibérica a la que, pese al jaleo que tenían en el restaurante, le dieron el punto exacto.

Lo que tomamos de postre mientras apurábamos la segunda botella de Ribera no se lo vamos a desvelar porque no nos van a creer. Pero es que cuando uno redescubre un sitio como este lo único que puede hacer es dar gracias a Dios y brindar por muchas cosas buenas: por Murillo y Velázquez que nos trajeron hasta aquí, por el misterioso camarero que se apiadó de nosotros, por el cerdo ibérico que tantas buenas horas nos hace pasar y, cómo no, por los huevos fritos de este Román que como tantos otros viejos establecimientos – Las Teresas, El Rinconcillo, etc.- saben reinventarse día a día.

Casa Román

Valoración
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  • Excelente

Muy buena

  • Comida
    4/5
  • Servicio
    4/5
  • Ambiente
    4/5
Precio
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  • Medio
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  • Muy alto

Medio

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