Ena by Carles Abellán (Hotel Alfonso XIII)Sorprendente, que no es poco

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El hotel Alfonso XIII de Sevilla lleva tiempo buscando su sitio en la gastronomía de la ciudad. Había hecho diversos intentos -desde que cerrara su exitoso restaurante japonés hace ya más de una década- sin rematar ninguno.

Ahora hace casi dos años desde de que Carles Abellán se atreviese a abrir este ¿restaurante?¿bar? en el hotel. Lo primero es intentar describir qué es Ena. La carta es catalano-andaluza pero afortunadamente separa lo uno de lo otro sin intentar hacer eso tan moderno de fusionar. El ambiente es informal pero no descuidado. Y los precios son ajustados –con excepción de las bebidas que están fuera de mercado.

En su oferta, comienzan con un «pa amb tomàquet» que acompaña a todo tipo de embutidos bien seleccionados, con denominación de origen: longaniza de Vic, salchichón de Joselito, jamón de Jabugo, cecina de León…¡como para equivocarse!.

Y el pan, muy bueno también. Seguimos con unas alitas de pollo de corral «sin trabajo» extraordinarias por el tamaño, por la idea (vienen deshuesadas) y por el toque picante de la salsa que les acompaña.

A continuación unas croquetas caseras de pollo al vino de jerez que parecen auténticamente de pollo y tienen olor a pollo que no es poco para los tiempos que corren. En el apartado catalán probamos una de las famosas bombas de la Barceloneta, tapa mítica en Barcelona y consistente en carne picada rebozada con patata y acompañada de alioli y salsa brava, riquísima y que nos supo a poco. Como plato principal compartimos un arroz del que mejor copiamos la descripción de la carta para ahorrarnos su descripción: «arroz barcelonés siglo XVIII en sofrito de sobrasada, gambas, mejillones y chipirones». ¿El resultado? Pues un sabor rico y distinto pero un grano de arroz que desmerecía porque se había quedado duro. Los postres muy reseñables: por una parte chocolate, pan, aceite y sal mezcla extrañamente maravillosa y una sorprendente ensalada de fruta osmotizada con toques de lima (la técnica parece ser que es envasar al vacío la fruta con la lima y otros ingredientes para que las propiedades se concentren) y el resultado un sabor refrescante y una forma divertida de tomar fruta.

En resumen, Ena es como uno de esos establecimientos que hoy en día se autodenominan gastrobares -de los buenos eso sí- pero no difiere de ese concepto. Cuentan con un punto a su favor y lo saben: el emplazamiento maravilloso donde se encuentra. Y otro en contra, el servicio, que es principalmente extranjero y agradable pero lento, poco profesional y desconocedor de la composición de los platos, vamos como si hubiesen metido a una pandilla de simpáticos erasmus de camareros. Por el público que uno ve es más frecuentado por guiris que por los de aquí, pero eso, a lo mejor, es otro incentivo más para acudir. No dejen de sorprenderse.

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