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Luis FelipeLuis Felipe: «El punto justo de Los Remedios»

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Siempre se ha dicho que en el punto medio está la virtud. Esto significa que es mejor no pasarse o exagerar de un lado o de otro, a lo que yo añado que también puede conseguirse teniendo algún fallo, pero compensándolo con un buen acierto (al menos esto es lo que intento explicarle yo a mi señora cuando las meteduras de pata me hacen merecedor de un plato volador).

Esta impresión sacamos de la comida en Luis Felipe, un bar sin más pretensiones que la de hacer bien lo de siempre: dar de comer en un local agradable, tener un servicio atento y hacer que el cliente esté a gusto echando allí el rato.

¿Dónde está Luis Felipe?

En este local de Virgen de la Victoria, en Los Remedios, entramos porque lo conocemos de siempre pero, precisamente por eso, tardamos demasiado en volver (¡qué mal se porta uno con lo conocido! como si hubiera que estar siempre probando cosas nuevas).

Como el que entra en casa de confianza, nos saluda Luis, que ese día apenas había comenzado la tarea. La carta tiene la variedad justa. Tapas familiares y clásicas, y alguna fuera de carta que quisimos probar por recomendación.

En Luis Felipe el pulpo a la gallega, el flamenquín, la berenjenas rellenas o el «Teorema» (vayan y estúdienlo) son algunas de las especialidades. Nada mal como ejemplo, pero preferimos empezar tomando un aliño de patatas (para mí un poco duras, pero para mi santa esposa, perfectas).

Seguimos con unos boquerones a la plancha que ese día eran la estrella (y no defraudaron: grandes y sabrosísimos) y unas croquetas de la casa, no fundentes, sino «compactas», pero riquísimas.

También bueno el tataki de presa, algo que teníamos curiosidad en probar ya que estamos hartos de verlo en forma de tataki de atún pero hasta ahora nunca de presa.

¿Y fuera de carta?

En cambio nos decepcionó el atún a la plancha. Lo pedimos con tomate, que ese día era el guiso fuera de carta, pero ya no quedaba (poco a poco Luis Felipe se fue llenando de vecinos del bar, vecinos y «habituales» que acabaron con él). Y nos pareció con poca gracia.

Lo último y para no arriesgarnos, unas lagrimitas de pollo, normalitas, pero con su salsa y sus patatas fritas nos convenció de que en un sitio “de siempre” se acierta pidiendo lo de siempre.

Y qué alegría da ver que, aunque tu mesa sea la última ocupada en un bar cuando todos han terminado de comer y se han ido, ni los camareros ni el dueño tienen prisa en que te vayas. Porque si tú estás a gusto, ellos también.

Como no se puede acertar con todo, porque la perfección no existe, hemos encontrado en Luis Felipe un sitio donde unas cosas y otras se compensan pero donde sobre todo te sientes bien y te tratan mejor.

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