Tesoro marinoTesoro marino

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A don Juan de Mata y Carriazo le debemos el descubrimiento del tesoro del Carambolo. En esta Sevilla donde cada vez hay más artistas en la cosa de llevarse el oro y el moro, el insigne arqueólogo hizo lo contrario, dejar un tesoro en la ciudad. Todo un mérito. Su vida la dedicó casi obsesivamente a localizar la ubicación de la antigua Tartessos. La cosa es que la ciudad aún no ha aparecido, por mucho que haya uno diciendo que la ha encontrado en una foto de satélite y está en las marismas de Sanlúcar.

No hace mucho encontramos por Ramón y Cajal un tesoro culinario que vino a poner patas arriba el concepto moderno del tapeo: Tradevo. Gonzalo Jurado y su costilla, Liliana Murillo supieron encontrar el punto a la transición entre lo clásico y lo moderno.

Fue lo que se dice un pelotazo bendecido por el público con llenos diarios.

Ahora Gonzalo ha querido dar un salto hacia el centro, amparándose en el barrio de San Bernardo de donde es originario, concretamente en el que fue el local de 3:14. Con la discreción que le adorna en una profesión donde abunda el papanatismo y los chefs con más cuento que calleja, Tradevo se reinventa mirando a la mar.

Antes de seguir es necesario precisar que si Tradevo fue la revolución, Luz de mar es “sólo” una evolución. Una evolución de Tradevo que a su legión de fieles seguidores no va a sorprender tanto, porque no van a encontrar cosas tan distintas.

Tapas y platos con la salada claridad de la costa: frituras en aceite de oliva y con harinas ecológicas de arroz, maíz o garbanzos para vestir por última vez a la merluza de pincho en taquitos, el calamar de potera o los boquerones al limón, estos últimos junto a su sardina marinada, tapas “fusiladas” por muchos gastrobares de la ciudad. No se queda aquí la cosa y el equipo de Tradevo se apunta a la amor amarillo por la cocina oriental con cositas como el sashimi de pescado del día o el ceviche; en este caso de gambón con piña, aguacate y maíz tostado. Extrañamente el tataki de atún no es de lo más conseguido, al revés que el de sardina que es redondo.

Hablando de pescao frito, es obligatorio tirar bien la Cruzcampo y aquí gracias a Dios lo hacen, pero no se pierdan su vermú Casa Mario con sifón, una delicia para acompañar su ostra en su jugo o su oferta de mojamas o salazones.

Como su abuelo fue picador, y no en la mina sino en la Plaza Toros, no podía faltar en la carta de Gonzalo el buey. Suele tener un lomo alto con más de 30 días de cámara que está para rabiar si lo exigen crudo pero no frío.

Y todo lo dicho más arriba con un servicio abundante y atento. Cocina a la vista y una terraza amplia, propicia para echar la noche. Ay, si Juan de Mata supiera que el tesoro lo tenía delante de sus propias barbas, en la calle que lleva su nombre…

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