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Restaurante Perro Viejo en SevillaPerro Viejo Tapas-bar: «Lo viejo, si nuevo, dos veces bueno»

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Vamos a quitarnos las máscaras: aquí no hay carnaval que valga; como mucho hay uno cruzando la frontera que separa las dos mitades del mundo, según Villalón, que no es otra que el peaje de Los Palacios. Allí cada vez acuden más sevillanos noveleros, en el buen sentido del término, que van al disfrute de la copla y el disfraz. Aquí le sacamos punta al antifaz y lo adornamos de humo de gomorresina fragante ?vulgo incienso?, cartelería y cultos por doquier a la víspera de la semana sobre la que pivota la vida de la ciudad.

Cuando Sevilla adquiere tintes morados, el centro cobra vida y sus bares y restaurantes también. Hoy traemos un moderno pero con buenas hechuras: Restaurante Perro Viejo en Sevilla.

Por cierto, que mucho criticar a los gastrobares y restaurantes nuevos, pero poco hablamos de la gran labor que muchos están haciendo de restauración, valga la redundancia, de edificios sevillanos.

Perro Viejo: ¿qué lo hace especial?

Perro Viejo, como ya hiciera entre otros Sal Gorda, ha cogido una casa antigua en la calle Arguijo y la ha devuelto a la vida para uso y disfrute tanto del comensal como del viandante. Cuatro plantas de un viejo caserón decoradas y dedicadas por obra y gracia del equipo MpuntoR, desde el año 2011, al nuevo tapeo. La oferta de su Monopoly gástrico se completa con el bar Antojo, La Niña Bonita, Nikkei y Perrochiko, de momento.

Aquí se puede arrancar con un tomate kumato aliñado con burrata, pasear por la cocina andina de la mano de la causa peruana con tartar de presa ibérica y aguacate o meterse en el lejano oriente con el pollo Yakitori. Si usted es más clásico que una guayabera, se puede quedar en la tabla de quesos españoles, las excelentísimas croquetas de jamón ibérico o el cartucho de pescao frito.

Por cierto, bien frito y abundante. Tienen la generosidad de tener generosos como la manzanilla Papirusa, el palo cortao de Lustau, y los finos La Ina y Gobernador; vinos que acompañan magníficamente sus exóticas especialidades como los dumplings de cerdo glaseado o el mejicano aguachile de salmón.

Mejor con reserva

Es necesario llamar y reservar, porque, aunque tenga más mesas que una oficina de la Junta, aquello se pone de bote en bote y es entonces cuando pierde comodidad y se agradece la agilidad de su cocina y la rapidez ?algo alocada? de su joven camarerío.

Tienen la Cruzcampo glacial, bien tirada y una carta de vinos colorados curiosa y variada que va desde La Rioja, Toro, Bierzo hasta Extremadura, Madrid y Cádiz.

Quédense con El Hombre Bala, un tinto de los madriles de uva garnacha que les puede sorprender. Y si van con niños y suegra, que les pongan sus papas a la brasa o sus lagrimitas de presa ibérica con mojo picón. Con eso se les calla la boca… Cuando haga buen tiempo, aprovechen esa terraza la mar de simpática que tienen en la calle y si el frío aprieta mejor adentro, al abrigo de la chimenea y sus viandas.

Restaurante Perro Viejo en Sevilla

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