Si consigues llegar, no querrás irteSi consigues llegar, no querrás irte

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Entras en Zarabanda y por un instante crees que estás es un restaurante de un pueblecito de una de esas islas griegas que tanto te recuerdan a tus vacaciones. Una sonrisa amable y no forzada te acompaña a la mesa y esa misma sonrisa, tan cálida como los colores de las paredes, los manteles blancos y la madera clara, te acompaña toda la sobremesa transmitiéndote tranquilidad. Es sorprendente que un espacio tan pequeño, llevado por una sola persona que se multiplica de forma eficaz y de forma calmada, resulte tan cálido, familiar y acogedor. Y eso que el calor definitivo te viene de la cocina (bueno, el calor… y el olor que es lo único definitivamente mejorable de Zarabanda)

La carta es agradablemente corta, con lo que también hay que escuchar las sugerencias del día.

Venir aquí y no empezar con la original ensalada de paté y aguacate es como un pecado. Como un pecado hubiera sido irse sin probar el jugoso revuelto de setas condimentado en su punto para que la seta mantenga todo el sabor. A continuación hemos tomado un delicioso bacalao confitado  con jengibre y eneldo sobre un lecho de puerros y zanahorias como sólo puedes encontrarlo en Portugal. Y para terminar un guiso de buey con una carne guisada a fuego lento y que se deshacía y unas patatas fritas de las que ya no quedan.

El capítulo de postres es más que reseñable, todo de verdad casero. Prueben el pastel de naranja, prueben la tarta de manzana (a mitad de camino entre el strudel y el apple pie) o el increíble tiramisú juntos en un surtido en el que puedes elegir y matizar y no ser engañado como ocurre en tantos otros sitios. O, mejor aún, terminen con un plato de quesos de la Montaña, de Potes.  Porque si echa de menos en nuestra ciudad un Lacón con Grelos, unas croquetas de cecina o una merluza a la gallega este también es su sitio.

Si a la comida casera, le unimos un trato familiar, calidad en la materia prima y tan sólo ocho mesas ahí encuentras la fórmula de un éxito merecido. Si se añade el otro gran secreto, sus pizzas (sí, sus pizzas al horno artesanal) entenderá porque es también ideal para niños… y no tan niños.

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