Amontillado La Inglesa, parte de la historia

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Recién terminada la cata del vino de Córdoba, recomiendo una novedad que tras una larga espera en el interior de las botas va a salir al mercado. Se trata del Amontillado La Inglesa, que pertenece a la para muchos desconocida Bodega La Inglesa, en la Sierra de Montilla, aunque además de bodega se podría denominar como palacio, construido por el ilustre marino montillano Diego de Alvear y Ponce de León para su segunda esposa, la dama inglesa Luisa Rebeca de Ward, enamorada de la belleza de esta zona.

Enorme su intensidad aromática, con aroma a madera noble, a vejez, con una imperceptible sensación a levaduras, pero de alguna manera sabes que han estado ahí, aportando aromas que, transformados por el oxígeno son hoy los responsables de su gran complejidad (frutos secos, nuez, elegantes acetatos sin llegar a molestos «aromas a pegamento», bollería, tabaco, tostados, y el ya mencionado en otras ocasiones punto cítrico).

Un deleite agitar y oler, oler y agitar. Que se pare el mundo unos minutos.

En boca es un placentero dolor. Me explico. Todo lo que en nariz delataba una concentración por mantener el vino en estático en las botas, sin tocar, en boca también se muestra, pero con una rotundidad que, aunque no es del todo elegante, los «frikis» (me incluyo) a los que les gusta catar vinos extremos, se quedarán enamorados. Un vino que llena la boca, con una astringencia de la madera que junto al alcohol anestesia la cavidad, dejando paso a un eterno y noble amargor. Todo ello va desapareciendo por la progresiva aparición de la alta acidez concentrada y la salinidad, sabor predominante después de no sé cuantos minutos. En retronasal, interminable, por eso lo recomiendo que si se prueba en la Cata, sea el último de los vinos. Irá muy bien con carnes de caza, mojama, quesos muy curados. La familia Doblas, propietaria desde hace tiempo del palacete, rescata así parte de la historia de Montilla que merece ser contada. Una bonita y apasionada labor.

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