Robles, un apellido con vocación hostelera

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Después de 60 años y cuatro generaciones, el grupo atraviesa uno de sus mejores momentos con 12 establecimientos en activo

Resumir en unas cuantas palabras la historia de una familia que lleva más de seis décadas volcada con la hostelería sevillana no es sencillo. En los Robles encontramos un cabeza de familia que ha forjado un “imperio gastronómico” de la nada, una mujer que en un discreto segundo plano ha cautivado paladares de toda índole; dos hijos entregados al negocio familiar en cuerpo y alma, consortes que abandonaron su carrera y se incorporaron al grupo y cinco nietos jóvenes y ávidos por formarse y engrosar una plantilla que ya supera los 200 trabajadores.

La historia comenzó en la década de los 50 con una pequeña bodega en la calle Álvarez Quintero, germen de una empresa que en la actualidad tiene 12 establecimientos y atiende a más de 670.000 comensales al año.

Como tantos otros restauradores sevillanos, proceden de Villalba del Alcor y empezaron prácticamente de cero, como recuerda Juan Robles al echar la vista atrás. Hoy mira con orgullo la evolución del negocio y la pasión que ha sabido transmitir a su descendencia, que ha seguido sus pasos con irremediable naturalidad, sin querer esperar de la vida un destino diferente al que siguieron sus mayores.

Escuchándoles y observando la relación que hay entre ellos se entiende al instante el éxito de este grupo, todo un ejemplo de negocio familiar bien llevado. Combinan una estrecha vinculación entre ellos con una pulcra profesionalización de cada detalle. Nada puede quedar en manos de la improvisación ni del relax que conlleva saberse rodeado de los suyos, todo responde a un tenaz empeño de supervisarlo todo cada día y no acomodarse nunca.

Así lo resume Pedro Robles, actual responsable de la empresa, para quien cada mañana al descorrer la verja todo empieza de nuevo. “No vale de nada lo que hicimos ayer”, matiza. Tanto él como su hermana Laura se impregnaron desde la infancia de los valores con los que sus padres trazaron el negocio: “lealtad, planificación, diálogo”, principios que ellos legan ahora a sus hijos para cuando llegue el día de pasarles el testigo. “Trabajar en familia está muy bien pero tiene que quedar claro que es el negocio el que manda”, subraya Pedro. Así se lo transmitió su padre, que sigue con él en el día a día, aunque ahora lo hace en una segunda línea ayudando en cuestiones como la compra del pescado y el marisco.

Familia unida

Para Juan Robles es un orgullo contemplar el camino que ha seguido su negocio y ver que su familia ha sabido engrandecerlo: “Yo sembré una semilla y ha florecido”, indica satisfecho y consciente de la suerte de que su descendencia haya querido seguirle. Al igual que su mujer, Francisca Cruzado (conocida familiarmente como Paquita o Francisquita), es un acérrimo defensor de la familia unida y ha luchado su vida entera por mantenerla así. Todos viven a escasos metros y Francisca sigue cocinando a diario para sus hijos y nietos (realmente cocina de más y los clientes avispados siempre preguntan qué ha preparado ese día la matriarca). Aunque ha sido la artífice del recetario de Robles desde su origen (recuerda los pajaritos y la ensaladilla que preparaba los primeros años), siempre lo ha hecho desde su propia cocina, donde sigue elaborando guisos de toda la vida como las lentejas, los garbanzos con bacalao, el cocido o las papas con choco.

Foto: J. M. Serrano

Aunque cada día se reúnan en torno a la buena cocina de Paquita, cuando se trata de trabajo se ponen serios y cada uno adopta su papel sin atender a ningún parentesco. “Si tenemos reunión, lo hacemos con todas las formalidades, al margen de que nos veamos a diario y comamos en casa de mi madre”, apunta Laura Robles. Ella es la encargada de un obrador en el que trabajan ocho personas y que abastece la carta de postres de todos sus establecimientos.

Estudió Administrativo y después se formó como hostelera en el Instituto Heliópolis, donde aprendió todas las claves para hacer desquiciar a los golosos. Montó un taller en la azotea de su casa y allí practicó sus primeras recetas, muchas de las cuales aún conserva en su repertorio: “Sabor a Sevilla” o “Semifrío de turrón”.

Cuarta generación

Ella y su hermano Pedro pusieron al negocio de sus padres la misma ilusión que ahora ve en sus tres hijos y sus dos sobrinos, que se preparan en la actualidad para incorporarse en un futuro a la empresa familiar. Jesús, el primogénito de Laura, está en Milán haciendo prácticas en un hotel Barceló; Pedro, el segundo, está en Casa Robles aprendiendo el oficio y la pequeña está aún en el colegio, pero ya apunta maneras, puesto que su proyecto personal en el San Francisco de Paula es un libro de recetas para adolescentes.

Sus primos Juan e Inmaculada también tienen claro cuál es su destino. Él está haciendo prácticas en la cadena Meliá y ella estudia Publicidad pero también encaminará sus pasos hacia el Grupo Robles en un futuro. Cada uno de ellos, aseguran los actuales gestores, deberá pasar por todos los departamentos de la empresa para conocerla a fondo. “Hemos establecido un protocolo de aprendizaje y todos vienen pisando fuerte. Son bilingües y están cargados de nuevas ideas y proyectos que aportarán cuando se vayan incorporando”, sostienen Pedro y Laura.

La mecha de la hostelería no solo ha prendido en la línea directa de los Robles, puesto que los consortes de Pedro y de Laura también han acabado seducidos por ella. Antonio Jesús Calero era químico y ahora se encarga de la contabilidad del grupo, mientras que Carmen Pérez era profesora y psicóloga y en la actualidad está al frente del departamento comercial y de eventos.

Perspectivas

Foto: J. M. Serrano

El Grupo Robles atraviesa un momento álgido con un total de once establecimientos en el centro de Sevilla (a escasos metros unos de otros) y otro en el Aljarafe. Aunque conserva la esencia tradicional de su origen, ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos y responder a las necesidades del público, tanto el local como el extranjero. “No queremos competir con los sitios modernos que están surgiendo pero nos gusta actualizarnos y seguir las tendencias -apunta Pedro Robles. Nuestra cocina tiene fundamento y calidad y el sevillano nos ve como una apuesta segura y una marca consolidada, tenemos ese bagaje que nos da fuerza en el sector”, añade.

Los establecimientos que integran el grupo son Casa Robles, Robles Laredo, Robles Aljarafe, Placentines, Don Juan de Alemanes, Brasería Tía Consuelo, La Subasta, Manolete, Pizzería Doña Francisquita, La Bodeguita de Sierpes, El Colmo y Churripapa. Con el tiempo, no descartan seguir creciendo, pero quieren hacerlo de una forma natural, como hasta el momento. “Si nos llega un local que nos gusta y en ese momento vemos que podemos crecer, lo haremos, pero sin forzar nada porque queremos tenerlo todo controlado, sobre todo en cuestión de personal”, indican. “Para nosotros es muy importante la profesionalización de los trabajadores porque puede entrar por la puerta desde un turista con mochila a un ministro, estamos muy contentos con nuestra plantilla pero para ampliarla hay que formarla previamente”, concluyen los hermanos Robles.

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