«Por suerte, yo escribo la historia y le doy a Rocky un final digno»
FABIÁN W. WAINTALLOS ÁNGELES. Sólo falta la típica música de fondo que reciba a Sylvester Stallone en el hotel Four Seasons de Beverly Hills para resaltar la vuelta de Rocky, la vuelta de Stallone
FABIÁN W. WAINTAL
LOS ÁNGELES. Sólo falta la típica música de fondo que reciba a Sylvester Stallone en el hotel Four Seasons de Beverly Hills para resaltar la vuelta de Rocky, la vuelta de Stallone. Entra sonriente, sabiendo que abrió la polémica con una nueva versión de Rocky Balboa que lo honra como protagonista, guionista y director. Sabe que está dándoles el gusto a muchos admiradores por el regreso. Sabe que otros también lo critican por volver. Pero con 60 años cumplidos, le pone punto final a un clásico que todavía hoy sigue haciendo historia.
-¿Le preocupan las críticas de aquellos que dicen que no era necesaria otra versión de «Rocky» o le conmueven los elogios? ¿Qué le llevó a rodarla?
-Sentí adversidad y miedo al saber que no lo intentaba. Por eso mismo yo no había querido vender el primer guión de «Rocky». Y no fue por ser valiente, sino porque tenía miedo. Si lo hubiese vendido y la película terminaba siendo demasiado buena para otro actor, probablemente me hubiera odiado toda la vida. Lo mismo con ésta. Sentí miedo por no hacerla. Necesitaba intentarlo. En la película, el entrenador de Rocky dice que cuando un hombre -o una mujer- pasa por el bautismo del miedo, por haber sido lastimado en la vida, ahí es donde se sabe realmente quiénes somos y entonces se consigue el respeto en el mundo. Es algo que yo mismo he vivido. El rodaje de la nueva versión intenta rescatar el respeto de Rocky y tal vez un poco de respeto hacia mí.
- ¿Alguna vez imaginó su carrera como actor sin «Rocky»?
-«Rocky» es un caso muy inusual en el cine. Por aquel entonces el país estaba mucho más tranquilo a la hora de estrenar las películas. La primera se estrenó únicamente en dos cines y se mantuvo en cartel casi un año. Para la conciencia colectiva quedé identificado para siempre con ese papel. Cada vez que intentaba separarme del estereotipo, me comparaban con Rocky. Las siguientes películas, como «F.I.S.T», no tuvieron el suficiente éxito en las taquillas y creo que se sintieron desilusionados. Después seguí con «Paradise Alley», con una especie de antítesis de Rocky que confundió más al público. Por eso nunca entré en otra categoría de actor. Me hubiese gustado, pero nunca sucedió. A cierto nivel, cuando se impone una marca el público se siente engañado. Creo que el único intento que funcionó fue la película «Copland», aunque no resultó un éxito económico.
-¿Se da cuenta de lo que significa Rocky para muchos admiradores? ¿Vive a diario la pasión de tantos fanáticos?
-El hecho de haber entrenado en Filadelfia resultó una situación poco usual, pero es que en esa ciudad se siente a Rocky como si fuera real. Allí nadie me llama Sylvester. Soy Rocky. Cuando volví al barrio, me sorprendió ver a chicos de cinco años que señalaban la casa de Rocky o el lugar donde tomaba algo. De verdad. Es un alegría increíble. Le dieron vida a un mito, como el Ave Fénix que no muere. Lo han adoptado como en ninguna otra ciudad, representando la imagen del hombre corriente que sigue y sigue.
-¿En qué se parece Sylvester Stallone a Rocky?
-Somos bastante similares. Te mentiría si dijera que la interpretación del personaje no tiene nada que ver conmigo. He tenido la suerte de interpretar aquellos temas de la vida real que también me preocupan a mí. Él es muy inocente. Es un hombre duro, pero es como un chico. Y cuando le preguntan algo, responde desde un ángulo muy crítico. Los temas que siempre han funcionado han sido aquellos por los que yo también he pasado. Como en «Rocky 3», cuando tiene miedo a pelear porque no quiere que lo señalen como un perdedor. Una vez que consigues todo lo que querías en la vida, te da miedo perderlo. En la nueva película se plantea el duelo de la muerte de un ser querido. Como dice Rocky en la cinta: «Cuanto más viejo me hago, dejo más y más cosas atrás en la vida». Nadie te prepara para eso. Uno piensa que todo se vuelve más fácil cuando se crece, y no es así. Un chico no trata con la muerte tan a menudo. El adulto sí. Y es brutal.
-¿Cómo lucha usted contra la vejez y el paso de los años?
-Cuando era joven, no tenía idea por lo que pasa una persona adulta. Aunque ahora no me sienta tan maduro, los números demuestran que lo soy. Supongo que no soy distinto a otras personas. Al final quiero sentir que disfruté la vida lo mejor posible, intentando aquello que nunca antes había hecho. Casi nunca sucede, pero uno sueña con hacerlo; la meta es sentirse completo. Y tampoco creo que tenga que ver con el dinero, porque conozco muchos millonarios que no son felices. La tranquilidad mental de una persona madura pasa por sentirse bien emocionalmente, sabiendo que crió a sus hijos, aunque se haya «vendido» más de una vez en la vida, como cualquiera, pensando «me siento bien como soy». Es el tipo de paz que busqué en esta película. Es la razón por la cual Rocky dejó el boxeo. No le importaba ganar o perder, porque nunca más iba a pelear de nuevo, pero podía decir «Lo hice». El hijo vio lo que solía hacer, está orgulloso, les unió como familia, se liberó un poco del dolor que había sufrido por la muerte de la esposa Adrian, y está preparado para seguir. De eso se trata la vida. Es una fantasía y espero que sea lo que mucha gente quiere que le pase en los últimos años, por todos aquellos sueños que no lograron.
-¿Notó la edad y el paso del tiempo en los nuevos entrenamientos de boxeo? ¿Le costó más que en las películas anteriores?
-El entrenamiento fue extremadamente difícil. Las cosas no funcionan como otros años. Me oxidé un poco con el paso del tiempo (ríe). Parezco el hombre de lata antes de ponerle aceite. Necesitaba todas las mañanas un montón de aspirinas. Hubo muchas lesiones. Incluso el campeón se quebró un nudillo peleando conmigo. Yo también me torcí un pie y andaba con el yeso en el ring. Parecíamos dos momias peleando en cámara lenta. Se lo juro. Estaba muy nervioso cuando llegamos a Las Vegas y tuve que entrar por el pasillo entre nueve mil personas. No estaba listo y tenía enfrente a un verdadero campeón de boxeo. Tenía cierta idea, que debíamos ir de un rincón a otro, sin saber cómo íbamos a llegar. Decidimos movernos y si me pegaba, que me pegara. Y dolió. Me pegó fuerte por lo menos tres veces. En el segundo knockout me costó levantarme del suelo, era verdadero. La primera vez me levanté enseguida, pensando como Rocky, convenciéndome que no me había dolido, pero la tercera vez que me noqueó, ya no podía convencer a nadie (vuelve a reírse). También trabajé bastante en la sala de edición. Si congelas cualquier escena, se puede ver el contacto físico que hubo.
-¿Su hijo Sage se perjudica o beneficia como actor, al ser hijo suyo?
-Es un dilema. No es nada fácil. Y como en la película, siempre le digo que tiene dos opciones. Puede vivir bajo mi sombra, con un psiquiatra a su lado, o salir y enfrentarse al mundo sin excusas.
-Con su primera esposa había tenido otra hija, Seargeoh. Y con su actual esposa, Jennifer Flavin, tiene otras tres hijas.¿Las imagina practicando boxeo?
-No me importaría si mis hijas quieren boxear. Me preocupan tanto los chicos que se les acercan que me encantaría si ellas pudieran tirar a alguien por encima del mostrador de un bar. Me daría más confianza si al salir por la noche ellas pudieran enfrentarse a todos los hombres del vecindario. Pero no es algo que vaya a pasar. El boxeo es muy bueno para ventilar el odio, también para las mujeres, y es el mejor ejercicio del mundo, aún cuando nunca subas al ring. Me encantaría tener a mis hijas en un rincón del cuadrilátero.
-¿El clásico de «Rocky» también se trasladó a la realidad? ¿Cree que el boxeo verdadero trata de emular muchas veces la ficción del cine?
-Es cierto. Pero jamás pondría a Rocky en la categoría de Joe Frazer o Mike Tyson. Ellos eran mucho más que luchadores. Tenían estilo, tenían presencia. Hoy no existe algo así; porque hay cuatro o cinco divisiones. El campeón cambia constantemente y me parece que han lastimado al deporte. Los mejores nunca llegan a la cima. Rocky se ha convertido en la definición de la determinación. Aún cuando no tengas los más grandes conocimientos, si juegas con ferocidad, es posible sobrepasar al oponente. En la vida del mundo real, los Rocky terminan noqueados. Entran en caliente, pero terminan perdiendo. Por suerte, yo soy el que escribe la historia y aunque Rocky todavía siga perdiendo, al menos pierde con calidad.
-¿Desde el principio había pensado en desarrollar la historia alrededor de la muerte de la esposa de Rocky? ¿Nunca evaluó alguna otra teoría?
-Sí, pero no me funcionó. Al principio había pensado en el boxeador George Foreman. Él tuvo un centro juvenil en Huston que estaba a punto de cerrar. Y pensé en trasladar la historia a la de Rocky, mandándolo a buscar un préstamo en el banco, donde lo rechazaban, hasta que decidía hacer algunas peleas en el club, para pagar el alquiler, como había hecho George (Foreman), que terminó creando 18 gimnasios. Pero en esa historia, su mujer sólo le insistía en que no boxeara. La primera versión de Rocky mostraba confusión, soledad, hermandad, ese tipo de temas. Y el final no tiene que ver con la victoria, sino con el amor que le tiene a Adrian, su mujer. Es lo que llamo el «factor Adrian». Por eso se me ocurrió que si le quitaba lo que más quería en el mundo, podía derrumbar su vida. No hay nada más dramático que borrarle de su vida a Adrian. El problema fue llamar a Talia (Shire) para contarle cómo había elaborado el argumento del nuevo filme. Cuando me preguntó sobre su historia, tuve que decirle que ella se moría. Le comenté que iba a mostrarme en una silla mirando su tumba, pero que no se preocupara, porque le llevaba rosas.
-¿Dejaron fuera algunas escenas que mostrarán en DVD?
-Quitamos algunas escenas con Burt Young y su personaje de Paulie, porque eran demasiado emocionales, como cuando Paulie se pone a llorar. Hay tomas que él interpretó muy bien, aunque no hayan funcionado.
-También piensa volver con una cuarta versión de Rambo. ¿Podemos tener algún adelanto?
-Rambo es un personaje que no me parece que haya sido muy bien definido en la última versión. Afganistán resultó una especie de Vietnam para los rusos y en la vida real, diez días antes del estreno de la película, Gorbachov apareció besando a Nancy Reagan en la mejilla. Terminaron con la Guerra Fría y yo me convertí en el villano cuando dos semanas antes, estaban tirándole bombas a este hombre (Vuelve a reír). Cada vez que se agrega el tono político en una película, uno nunca sabe lo que puede pasar.
-¿Tiene otros proyectos más allá de las vueltas de Rocky y Rambo?
-Después de una superproducción, viene bien filmar una película más chica, porque mantiene los pies sobre la tierra. Probablemente voy a dirigir «Poe» (sobre Edgar Allan Poe) sin aparecer delante de cámara. Es algo que he querido hacer desde hace tiempo. Tal vez termine muy mal, pero pienso hacerla igual.
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