Danza: La añoranza del ballet
DANZA«Tamara Rojo»Teatro de la Maestranza. Bailarines_Tamara Rojo, Federico Bonelli, Natalia Kremen Sarah Lamb, David Makhateli, José Martín, Laura Morera, Ivan Putrov. Director artístico_ Ricardo
«Tamara Rojo»
Teatro de la Maestranza. Bailarines_Tamara Rojo, Federico Bonelli, Natalia Kremen Sarah Lamb, David Makhateli, José Martín, Laura Morera, Ivan Putrov. Director artístico_ Ricardo Cué.
Día_25 de febrero de 2007
Corría el año 1994 cuando el ballet de Víctor Ullate llegaba a Sevilla. En su elenco, tres artistas: Tamara Rojo, Angel Corella e Igor Yebra. Diecisiete años después, los tres han pasado en menos de un año como estrellas de sus espectáculos en el teatro de la Maestranza.
En la noche del domingo, Tamara Rojo, convertida en estrella del Royal Ballet de Londres bailó en el Maestranza una gala de danza bajo la dirección artística de Ricardo Cué. No es ésta la mejor manera de ver ballet clásico. Es como si a una soprano la contempláramos primero cantando «Tosca», y luego en un recital de arias. Pero como era lo que teníamos, a todos nos supo a gloria.
La gala nos hizo recorrer coreografías de los más clásicos, desde Bournonville a Petipa, pasando Coralli, el neoclásico Balanchine, o el más reciente McMillan, e incluso una pieza de Cue.
Tamara Rojo es una virtuosa de la técnica de danza. Si en la primera parte nos dió un aperitivo con el «pas de deux» del «Lago de los cisnes», fue en «La Esmeralda» de Loipa Araujo según Petitpa, donde se vieron sus amplísimas dotes. Sus depuradas puntas, una limpieza técnica envidiable y unos increíbles equilibrios también en puntas, sin tocar la mano de su partenaire, el magnífico Federico Bonelli, hicieron que el público interrumpiera su danza con enormes aplausos.
Destacar también a José Martín, un bailarín de enormes saltos, giros limpísimos y elevados portés, quien junto a la también española, Laura Morera, compusieron un entusiasta Balanchine. El resto del elenco demostró con creces porqué pertenecen a una compañía de la exigencia de calidad como es el Royal Ballet de Londres.
Gran éxito de una velada en la que añoramos la danza clásica, y volvimos a sentir con desesperación cómo este país sigue «empujando» a sus mejores talentos fuera de nuestras fronteras.
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