«Es mi conciencia, Dios mío, espero que no haya muertos»
Un Alvia similar al que salió aquel 24 de julio, en la estación de Chamartín - isabel permuy
ANIVERSARIO DE LA TRAGEDIA DEL ALVIA

«Es mi conciencia, Dios mío, espero que no haya muertos»

Así fueron los últimos minutos alrededor de la vida de 79 personas, aunque otra moriría meses después por las heridas.

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Así fueron los últimos minutos alrededor de la vida de 79 personas, aunque otra moriría meses después por las heridas.

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  1. 20.05: Orense, última estación

    Un Alvia similar al que salió aquel 24 de julio, en la estación de Chamartín
    Un Alvia similar al que salió aquel 24 de julio, en la estación de Chamartín - isabel permuy

    Javier Illanes, segundo maquinista, cede los mandos del Alvia S-730 a Francisco José Garzón, de quien hoy sabemos que es de Monforte, que aquel 24 de julio tenía 54 años, diez de los cuales los había pasado como maquinista. Divorciado y sin hijos, descendiente a su vez de un ferroviario gallego. Salvo la inusual cantidad de viajeros que suben en Orense —camino a las fiestas del Apostol— no hay novedad para afrontar el resto del viaje. Emprende la marcha. Tres kilómetros después ya supera los 100 por hora

  2. 20.15: Respuesta positiva a bordo

    Un grupo de pasajeros embarca en un Alvia con dirección Ferrol
    Un grupo de pasajeros embarca en un Alvia con dirección Ferrol - isabel permuy

    En el kilómetro 8.889, Garzón del Amo activa el freno. Se trata de una respuesta al llamado sistema de «hombre muerto», que obliga a pulsar determinados dispositivos para indicar que hay normalidad en la cabina. Vuelve a hacerlo dos minutos más tarde, en el punto kilométrico 10.857. El conductor dilata en algunos segundos su respuesta al sistema de «hombre muerto» en ambas ocasiones, lo que provoca una señal acústica prolongada en la cabina y una reducción de la velocidad, pero retoma posteriormente sus respuestas regulares, indicando con ello que está bien y que vuelve a prestar la atención que le exige el dispostivo de seguridad.

  3. 20.20: Sin novedad

    Un grupo de autoridades observa la curva de A Grandeira al paso de un tren
    Un grupo de autoridades observa la curva de A Grandeira al paso de un tren - efe

    Carla viene desde Madrid, y se revuelve en la butaca harta de horas de traqueteo. Pero se consuela: al fin llegarán a Santiago. Carolina ha subido hace 20 minutos, y juguetea con el móvil planificando la noche compostelana. Darío ya ha informado de su inminente llegada. «Arrivederci», le despide en su lengua su amiga, que ya espera en el andén. Ana María ha hecho lo propio, es su hijo Santi quien aguarda. David, Laura, Rosalina, Enrique, Karmele, Juan, Leo, José Luis... Todos avanzan hacia Santiago sobre los dos motores de 1.800 kw de la máquina pilotada, sin novedad, por el maquinista.

  4. 20.29: Avisos acústicos, 220 km/h

    Momento en el que el Alvia impacta contra el viaducto de Angrois
    Momento en el que el Alvia impacta contra el viaducto de Angrois - efe

    La baliza detecta un pequeño exceso de velocidad y emite una señal acústica de 47 segundos. Es atendida por el conductor. A las 20.31.41’ suena un segundo pitido en cabina. Dura un minuto y 12 segundos. Pronto habrá un tercer aviso, el que indica una drástica reducción de velocidad y recuerda al conductor que debe cambiar el ASFA —sistema de frenado— de Alta Velocidad, al sistema convencional de frenado. Pero esa acción ya no será ejecutada. El cartel es inútil ya. No hay tiempo para otra cosa que activar los frenos de emergencia. Todo ocurrirá en 11 minutos. Antes, la caja negra desvela una conversación en la cabina del tren.

  5. 20.39: Una llamada, 100 segundos

    Los servicios de emergencias auxilian a los viajeros de un tren ya totalmente destrozado
    Los servicios de emergencias auxilian a los viajeros de un tren ya totalmente destrozado - efe

    «¡Dímelo!». Pasan 6 segundos y 39 minutos de las 20.00. Es la respuesta del maquinista a una llamada a su móvil, procedente del asiento 2B del vagón número 3. El cuentakilómetros marca los 199 kilómetros hora, una velocidad todavía normal para el tramo que transita el tren. Antonio Martín Marugán, revisor, quiere saber si el convoy puede detenerse en determinado andén de la estación de Pontedeume para facilitar el desembarco de una familia. Reiteraciones. Consulta del mapa. Intercambio de impresiones... Un minuto y 40 segundos que se cortan abruptamente. Garzón del Amo cuelga. «¡Uf!», exclama. Ha reconocido el túnel del que sale. Su cuentakilómetros dice que supera en 119 km./h la velocidad a la que debe tomar una curva a poco más de tres kilómetros de distancia. Activa el freno de emergencia, pero solo logra reducir la velocidad en 4 km/h. «Me he comido la curva», dirá minutos más tarde, atormentado por lo que supone.

  6. 20.41: «Me he comido la curva»

    Un policía inspecciona el tren, horas después de su descarrilamiento
    Un policía inspecciona el tren, horas después de su descarrilamiento - efe

    Un estruendo perturba la paz del barrio compostelano de Angrois. Un vagón vuela sobre el terraplén que lo separa de la vía. Otro arde junto a la máquina trasera. El resto del tren es un desfigurado amasijo de metales que aún chirrían. El conductor, herido, llama al centro de control sin haber visto la escena que acaba de provocar. Pero la supone. «Dios mío, es mi conciencia, espero que no haya muertos, pobres pasajeros. Pobres». Un vecino llama al 112: «Acaba de descarrilar el tren», dice.