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Un año de la tragedia de angrois

«Lo más duro ahora es no tener apoyo político y que no haya una comisión de investigación»

Gonzalo Ribadas fue uno de los 146 heridos del accidente del tren de Santiago. Volvió a su casa de Madrid hace tres meses. Trata de rehacer su vida después de haberse enfrentado a ocho cirugías. Reconoce que nunca será el mismo

«Lo más duro ahora es no tener apoyo político y que no haya una comisión de investigación» foto: óscar del pozo/ video: alfonso fernández moreno

tatiana g. rivas

Aún le quedan bajo la piel cristales del Alvia S-730 Madrid-Ferrol . Es la menor de sus secuelas del billete que pagó para llegar a Santiago de Compostela el 24 de julio de 2013. Gonzalo Ribadas pasó casi dos meses ingresado en el Hospital Clínico de Santiago, donde le entrevistó ABC en agosto del año pasado; estuvo cuatro meses más en silla de ruedas; ha tenido que enfrentarse a ocho operaciones de brazo y cadera. Hoy lo cuenta, un año después, como no lo pueden hacer los 80 viajeros que murieron en aquella curva de Angrois.

Sacó las fuerzas para recuperarse, pero cada día le recuerdan la tragedia la treintena de cicatrices que tiene repartidas por todo el cuerpo; los injertos de hueso y piel que le realizaron; los terribles dolores de cabeza; la pérdida de la movilidad en su pierna izquierda, en su brazo, mano y hombro derechos, y las ocho pastillas que toma a diario para mitigar el dolor, dormir y a modo de tratamiento psicológico.

Quedamos esta semana con Gonzalo y su pareja en el barrio madrileño donde residen. Camina disimulando una ligera cojera. Anda, pero tuvo que volver a aprender a hacerlo durante este año. «No he vuelto a coger un tren ni un metro»«Nunca volveré a ser el de antes. No soy yo. Antes del accidente era más extrovertido. Siempre tenía planes, me encantaba viajar. Ahora no. No he vuelto a coger un tren ni un metro. No puedo. Durante este año solo he tenido que viajar una vez en avión, y lo pasé fatal. Ni en coche voy tranquilo», cuenta afligido.

Uno de los momentos más dolorosos que ha atravesado durante este tiempo fue cuando salió del hospital en septiembre y tuvo que enfrentarse a su nueva vida, con sus limitaciones y dependencias de los suyos.

El otro duelo

«Lo más duro ahora es no tener apoyo político y que no haya una comisión de investigación. Tanto PP como PSOE quieren que no se hable de este asunto. Los dos tienen responsabilidades en esa línea de Adif. Se supone que soy víctima y me siento como el enemigo de los grupos políticos. Queremos que se investigue lo que pasó y que no vuelva a ocurrir. El maquinista cometió un error, pero hubo muchos más . Parece que la clase política no está interesada en que se sepa, y, sobre todo, que no se conozca a nivel internacional para poder seguir vendiendo el tren de alta velocidad», dice rotundo este compostelano. Además de luchar contra el dolor y todo lo ocurrido, considera que ahora toca librar la batalla para que se investigue la causa. Piden firmas en Change.org para que se cree una comisión de investigación en el Congreso de los Diputados.

Indemnización: 11.000 euros

11.000 euros de indemnización a modo de finiquito, sin poder reclamar más. Es lo que ofrece el Seguro Obligatorio de Viajeros (SOVI) –de Allianz– a Gonzalo, que forma parte de los 146 heridos del Alvia. Cada día esta víctima gasta más de cien euros entre medicamentos, rehabilitación y transporte. Pero la aseguradora ha considerado que el dolor y sus secuelas se pagan con 11.000 euros. No lo ha aceptado. Todavía queda por saber la cuantía de la responsabilidad civil a través de la aseguradora de Adif. Le ofrecen un anticipo de 5.000 euros, que tampoco ha querido. Gonzalo continúa de baja. Sabe que su despido es inminente. La empresa para la que trabaja lo prepara por no poder volver a desempeñar sus funciones en una oficina, frente a un ordenador.

Mantiene el «shock» postraumático del día del accidente. Estuvo consciente en todo momento tras descarrilar el tren. «Lo único nuevo que he recordado es que alguien decía cuando me sacaron del vagón que me tenían que hacer un torniquete. Nada más», revela con gran entereza.

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