El discurso en los últimos años se repetía de forma cíclica: el mundo se estaba acercando a Estados Unidos en lo referido a meter canastas. Los equipos americanos que antes ganaban torneos con sus universitarios, sin necesidad de enviar a los jugadores profesionales, de repente perdían con sus mejores estrellas. Argentina, Serbia, Puerto Rico, España, Grecia… la lista de equipos nacionales que podía con Estados Unidos era muy larga, y los americanos fracasaron en tres torneos consecutivos (2002, 2004 y 2006).
Los batacazos hicieron que USA Basketball, la federación norteamericana, cambiase radicalmente su manera de obrar. En 2006 empezó a dirigir al equipo Mike Krzyzewski, acompañado por lo mejor de los banquillos de Estados Unidos, y empezaron a trabajar a largo plazo, haciendo conscientes a los jugadores de lo importante de su compromiso. Aunque perdieron ese torneo, fue la última vez: el equipo americano no ha vuelto a ceder un partido desde entonces y ya han pasado ocho años y 45 encuentros. Pero algunas de las razones de su racha no tienen su origen en América, sino en el resto del mundo.
Después de unos años, las distancias entre Estados Unidos, la patria del baloncesto, y el resto del mundo han vuelto a aumentar. El Mundial de España es casi la certificación de este hecho: un equipo americano muy bueno pero sin sus más grandes estrellas (James, Durant) ganó todos los partidos por un promedio de 33 puntos de diferencia.
Solo había un rival que parecía preparado para ganarles, y perdió en cuartos de final. Sus estrellas, además, pasan sobradamente de la treintena y no parece que vayan a durar muchos más torneos juntas. Hablamos de España, la gran rival de Estados Unidos en los dos últimos Juegos Olímpicos, y el único equipo que ha estado cerca de derrotarles en los últimos ocho años.
La gran selección española está en sus últimos días y no tiene ninguna sucesora en el horizonte europeo. Tampoco lo tiene la generación argentina, campeona olímpica en Atenas, y todavía más vieja que España. En Europa asoma talento, pero no lo hace a la misma altura que en la década pasada.
Europa ya no fabrica grandes estrellas
El problema es que en los últimos quince años se juntaron muchos jugadores del resto del mundo que en su mejor momento eran tótems del baloncesto mundial. Dirk Nowitzki, Pau Gasol, Manu Ginóbili y Tony Parker son los casos más claros, cuatro jugadores que eran (son) estrellas en la NBA y que tienen ya entre 37 y 32 años.
Entre los relevos hay jugadores de nivel: Marc Gasol (1985), Nicolas Batum (1988), Milos Teodosic (1987), Rudy Fernández (1985), Goran Dragic (1986), Ricky Rubio (1990), Jonas Valanciunas (1992), Dario Saric (1994)... Pero no hay grandes estrellas.
Tampoco hay un país que haya engendrado a una gran generación conjunta, como en los casos de España, Argentina, Lituania y Grecia –el último equipo que derrotó a EE.UU.– en la década pasada. Lo más parecido es Francia, que junta a Parker, Diaw, Noah y Batum, pero los dos primeros tendrán ya 34 años en los Juegos de Río.
Promete la selección serbia que viene, liderada por Djordjevic y Teodosic y con talentos como Bjelica y Bogdan Bogdanovic (22 años), pero, aunque con buenos jugadores, sufre la misma carencia de grandes estrellas, necesarias para aguantar el ritmo de la Estados Unidos actual. Y lo mismo se puede decir de casi todas las selecciones europeas del futuro, en el mejor de los casos; por ejemplo, en Argentina directamente no hay jugadores de calidad tras la generación de Ginóbili, Prigioni y Scola. Su papel de alternativa fuera de Europa lo quieren ocupar Brasil, que no para de encadenar decepciones mientras sus grandes jugadores cumplen años, y Canadá y Australia, que están conectando varias hornadas de jóvenes prometedores que merecen al menos seguimiento.
A la NBA no le interesan las selecciones
Con todo, el futuro parece tan plácido para Estados Unidos que podría ser muy oscuro para los torneos internacionales. En la preparación para el Mundial, la horrible lesión de Paul George reavivó un debate que nunca había muerto del todo: ¿deben los equipos NBA permitir que sus estrellas jueguen con sus selecciones?
Entre los dirigentes de las franquicias americanas hay pocos partidarios de ceder a sus mejores jugadores –los Spurs, por ejemplo, se negaron a que Ginóbili jugase el Mundial de España este año– a competiciones en los que la liga estadounidense no saca ningún beneficio. Se ha planteado varias veces la posibilidad de que la propia NBA organice su competición de selecciones, al margen de la FIBA.
La previsión más pesimista es que la NBA se plante y el «Team USA» vuelva a jugar solo con universitarios. Parece difícil, porque la liga americana es consciente del prestigio que supone tener a sus mejores jugadores en las competiciones internacionales. Pero es muy fácil imaginarse un escenario en el que pasen varios años hasta que Estados Unidos vuelva a perder un partido de baloncesto.