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Roja y decente

En la arcadia andaluza de Susana Díaz, todo lo que va mal, que es casi todo, es responsabilidad exclusiva de la derecha, o sea de Rajoy

álvaro ybarra pacheco, director de abc de sevilla

Susana Díaz se dio ayer un baño de multitudes en el abarrotado auditorio de Fibes en un acto de consumo interno para celebrar su primer año de presidenta de la Junta de Andalucía. Bajo el eslogan «Un año de cambios», los secretarios provinciales del PSOE andaluz rivalizaron en elogios desmesurados a la lideresa antes de su intervención, que provocó el paroxismo de la militancia. En un ambiente de fuerte contenido emocional a falta de logros políticos concretos y constatables, Susana Díaz reivindicó sus doce meses de mandato como si no tuviera nada que ver con los más de treinta y dos años que el PSOE lleva al frente del Gobierno de Andalucía. «Soy roja y decente», proclamó la presidenta para justificar su defensa del Estado del bienestar y su lucha contra la corrupción, en un claro intento de desmarcarse del millón de parados y de la larga lista de fraudes institucionales que han aflorado en la Administración andaluza durante los últimos meses.

En la arcadia andaluza que supuestamente ha creado Susana Díaz en su año de mandato, todo lo que va mal, que es casi todo, es responsabilidad exclusiva de la derecha, o sea de Rajoy, que, como todo el mundo sabe, lleva al frente del Gobierno de la comunidad desde la restauración democrática. Si acaso, «lo que se ha hecho mal aquí no se va a volver a repetir porque voy a poner todos los controles en la Junta», dijo la presidenta. En otro momento de su intervención, recurrió al consabido «quien la hace la paga, se llame como se llame», frase que utilizan los distintos líderes socialistas desde que estallara el escándalo de los ERE, también conocido como el caso de los tres o cuatro golfos, para presumir de honrados.

Sea como fuera, la presidenta entusiasmó a sus fieles, a los que cargó las baterías para que se apliquen ante las próximas citas electorales y no se desanimen ni ante la terca realidad ni ante las historias que cuentan algunos periódicos. Ni Chaves ni Griñán, quién lo diría, aparecieron por allí. Chaves nombró a Griñán y éste a Susana, pero ambos son ya el pasado. La presidenta ha cavado una zanja para que «las cosas que se han hecho mal» no la contaminen. Los suyos, incluidos los secretarios provinciales, están dispuestos a creer lo que Susana, su última esperanza, les diga. Lo difícil es convencer al resto de la tropa, que, cada día que pasa, se muestra más harta e irascible.

@aybarrapacheco

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