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Azulejos de riadas

Hasta aquí llegaron las aguas turbias del sumario de los ERE, que muy pronto volvieron a sus cauces de la poca lacha

El Metropol Parasol, conocido popularmente como «Las Setas» RAUL DOBLADO
Antonio Burgos

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Un lector me propone generosamente que al igual que en muchos lugares de la ciudad fueron colocados a lo largo de los siglos los llamados «azulejos de riadas», que señalaban la altura alcanzada por las desbordadas aguas del Guadalquivir (muchos de ellos perdidos con los derribos o en trance de desaparición), pongamos otros con las distintas «arriás» que padecemos en nuestros días. Como los que siguen:-

En la puerta de los Juzgados.- Hasta aquí llegaron las aguas turbias del sumario de los ERE, despilfarro incontrolado del dinero público, vergonzoso donde los haya, que muy pronto volvieron a sus cauces de la poca lacha, siendo reconducida la riada en diversos afluentes para su mejor discurrir por los ríos del olvido y del «a mí que me registren, yo no sé nada, eso fue cosa del interventor».

En Las Setas.- Siendo Asistente de la ciudad don Alfredo Sánchez Monteseirín hasta esta línea inverosímil de los 86 millones de euros ascendió el coste desorbitado de esta faraónica obra de inútiles parasoles de madera, capricho andaluz con firma alemana, que pagarán, vamos que si se pagan, las generaciones sevillanas venideras, que nos tomarán por locos... o por tontos del culo.

En la Plaza del Duque.- En el desbordamiento de la razón hasta la línea inferior llegaron las aguas de la codicia y la ignorancia de la Muy Noble, Muy Leal, Muy Heroica, Invicta y Mariana Ciudad de Sevilla, que, piqueta en mano, se devoró a sí misma, destruyendo gran parte del legado que dejaron nuestros antepasados por culpa del maldito parné.

En la calle Mateos Gago.- Hasta la línea vertical marcada en este azulejo y en el de la acera de enfrente llegó la sobreabundancia de veladores que no dejan andar por las aceras a nadie en este Parque Temático de Sevilla Turística, mientras que en la histórica y centenaria Confitería La Campana los quitaron de un dedazo municipal, todavía no se sabe por qué.

En el Estadio Olímpico.- En las inundaciones de la sinrazón que siguieron a los fastos del 92, con la mascota de aquel falso «Curro» que no era de Camas (ni de catre siquiera), el día 5 de mayo de 1999 se concluyó en una esquina de la Isla del Tesoro este fabuloso Estadio para Nada, cuyo presupuesto traspasó esta raya insuperable de los 120 millones de euros, para que fuese usado por los dos clubes de la ciudad al modo de otras ciudades europeas… ¡ tararí que te vi!

En la calle San Gregorio.- Desbordadas todas las modas en cuestiones noveleras del por aquí te quiero ver, hasta aquí llegó la crecida de pregones que en Sevilla, ciudad de vanidades o postureos, se dan y se toman, cuando pregón, lo que se dice pregón, no hay más que uno. Pero ahora nos esperan, qué horror, los pregones de la Feria y de los toros en muchas peñas y hasta en las propias casetas.

En la calle San Fernando.- Hasta la línea inferior marcada en este azulejo ha llegado este curso la crecida de matrículas de honor y sobresalientes cum laude a los alumnos y alumnas de las universidades sevillanas, que aunque perdidas en la cola de los informes de calidad educativa, cola en la estamos en casi todo, no para de fabricar eminencias exportables a medio mundo, porque aquí ni industrias ni currelo para tanto licenciado o técnico superior.

En el Hospital de las Cinco Llagas.- A este nivel bajísimo de rendimiento han bajado las aguas de nuestros desconocidos políticos, que padecemos y nos representan en este antiguo Hospital de las Cinco Llagas. Más pendientes de sí mismos y de sus prebendas que de los ciudadanos, tienen sumido a este noble pueblo llamado Andalucía en el subdesarrollo desde tiempos inmemoriales y así seguiremos, tal como explicó en 1971 en su libro «Andalucía: ¿Tercer Mundo?» un escritor llamado Antonio Burgos, quien diciendo las mismas cosas que ahora, y sin moverse de donde estaba, en los comprometidos terrenos de la libertad y la independencia, en aquellos tiempos era un rojo peligrosísimo por proclamar las verdades en aquel libro y ahora un facha de mucho cuidado por traer las mismas a estos artículos.

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