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MEMORIA DE DICIEMBRE

Las cuentas

Todos los letreros postizos que le colocan a la Navidad no tienen nada que ver con el origen, una docena de palabras que hablan de paz

La Navidad es también tiempo de recuerdos de seres queridos ANA PÉREZ HERRERA
Antonio García Barbeito

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Ya me sorprendió una vez el mudo barro cuando fui a montar el Nacimiento. No es nuevo; hay figuras que ya nunca podré colocar en ese íntimo paisaje interior de la Navidad, y otras figuras que, aunque estén vivas, tampoco; por ellas, por mí, por las circunstancias, por nadie… ¿Por qué duele más la distancia entre los humanos en los días de la Navidad? Porque la Navidad es, por encima de todo, una Vida que llega para abrazarnos, para multiplicar una ingente hermandad entre los hombres. Todos los letreros postizos que le colocan a la Navidad no tienen nada que ver con el origen, una docena de palabras que hablan de paz, no de banquetes ni de regalos lujosos, no de artificios sino de elementos naturales.

Tengo que acordarme de ti en estos días, siempre, porque en ti estaba el espíritu de la Navidad en lo que más me la acercaba: la sencillez en la mesa, la íntima celebración del acontecimiento en algunos relatos que resucitaban siglos solo con que tú empezaras a recitarlos. Y en las canciones que corrían por el aire como un oleaje glorioso. Te ponías la guitarra entre las manos, llamabas a lo más hondo de tu memoria con los nudillos del tiempo y salía de ti la magia de canciones lejanísimas, canciones que siempre tuve por cierto que sonaron aquella noche en Belén. Tú tuviste que estar en Belén aquella noche, no sé de qué, pero seguro que estabas. Porque hablabas de la Navidad y no había evangelista que lo contara mejor, con más detalles. Hablabas del frío y lo sentíamos, aunque estuviésemos pegados al fuego de la chimenea o del brasero. Tú fuiste el anónimo evangelista que en vez de escribir, se dio a contar y a cantar. Todo en ti era una estampa de humildad, desde tu ropa a tus hábitos más comunes. Por eso en noches como estas que pasan bajo las luces, entre los escaparates, entre regalos lujosos y acopio de alimentos caros, resucitas de aquella humildad tuya para escribir la más hermosa postal, para pintar el perfecto paisaje de la belleza más austera. Así, como lo contabas tú, como lo parecías tú, debió de ser aquella noche. Y porque siempre fuiste tú quien se ponía a contar lejanas noches de vísperas de la Nochebuena y acababas entristecido cuando me decías que ya las coplas te sonaban dolorosas, y la guitarra se te quejaba más que se alegraba, porque hacías cuentas y te faltaban en el paisaje de la memoria todas las figuras de tu juventud. Yo entonces no entendía tu dolor; hoy sí lo entiendo, amigo, porque hago las cuentas y por no estar, no estás ni tú, la figura más rica de la magia de la Nochebuena.

antoniogbarbeito@gmail.com

Este artículo fue publicado el 13 de diciembre de 2011

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