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LA TRIBU

La duda

No te fías, no te convencen, no te llena nadie, ni de los que parecían de los otros, ni de los que parecían de los tuyos

Primera jornada de la moción de censura a Mariano Rajoy JAIME GARCÍA
Antonio García Barbeito

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Siempre has dicho que tiras más a la izquierda, que, por historia, por situación social, por profesión y por convencimiento, las ideas progresistas las ves más a la izquierda que a la derecha, y por eso nunca has dado un voto a la derecha, y por eso siempre has colocado tus esperanzas y tu confianza en siglas que, sin ser extremas, se acercaban más a tu idea de justicia social, a la defensa de los trabajadores, al impulso de la cultura. Sin presumir de nada, quienes te conocíamos sabíamos de más que cuando era día de urnas, tu voto caería a favor de algún partido de izquierda, o al menos que a ti te lo pareciera. Nunca despotricaste contra el centro ni contra la derecha digamos civilizada, y aun reconocías que en algunos de sus programas había puntos que bien podrían encajar en programas progresistas. Pero tú votabas izquierda o lo que considerabas tal: «Llevamos mucho tiempo con otra forma de gobierno, y es hora de que los vientos cambien, si no, no vamos a avanzar. Hay que apostar por los jóvenes que demuestran buenas ideas, claras, justas.» Así hablabas.

La otra tarde sonó el teléfono y eras tú. Hablamos, como siempre, de poesía. Que si aquella metáfora de Federico, que si aquel verso de Miguel, que si la profundidad de aquel poema de Borges, que si aquel retrato —en prosa— de Juan Ramón, donde dice de Antonio Machado que «tenía tanto de vivo como de muerto». Entre versos andaba la conversación, cuando surgió la pregunta: «¿Y qué me dices del plan de la política en España?» De pronto, los poemas se mancharon, quedaron lisiados —de pie quebrado, naturalmente—, volaron, asustadas, las metáforas, se desajustaron los metros de unos y de otros poemas y, en fin, casi ocurrió aquello del romance de Lorca: «el coñac de las botellas / se disfrazó de noviembre / para no infundir sospechas.» Surgió en ti la duda, la duda de no saber ya para dónde tirar, a nombre de quién echar la papeleta en la urna, a quién podrás defender cuando hables en el bar, el nombre de quién levantarás para defenderlo. No te fías, no sabes, no te convencen, no te llena nadie, ni de los que parecían de los otros, ni de los que parecían de los tuyos. La duda, amigo. La misma duda que tenemos todos. Lo de Esperanza de Enrique Montoya: «si la que es mala lo parece algunas veces, / y la que es buena no lo parece.» Así andamos. No sé quién dijo: «Los que consideraba míos se parecen cada vez más a los que siempre fueron los otros. Como si hubiesen pintado de negro todas las ovejas. Y como todos balan —con perdón— lo mismo, no sé cuáles son de mi rebaño.» La fe de ayer, hoy es duda. Y a ver quién nos saca de ahí.

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