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LA TRIBU

Floristería

Te has salido de la carretera y caminas entre rojos, azules, amarillos, rosas, verdes, blancos… Y oyes su voz

"El campo es una floristería con las flores sin cortar" ABC
Antonio García Barbeito

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Su patio era su patio, las sagradas latas con claveles de olor, las macetas con azucenas, dalias, geranios, varitas de San José… El arriate con el plumbago, el jazminero, las malvas reales… Pero cuando ibas con ella al campo en estas fechas, a llevarle aceite a la Virgen del Amparo o a hacerle una visita a tu padre, que andaría preparando los cultivos, descubrías que su gran patio era el campo, los vallados, las veras de los caminos. Ahí estaba la gran floristería gratuita por la que quizá empezaste a amar las plantas, las flores. Hoy, cuando al paso miras cómo se desangra el campo por las amapolas, cuando ves cómo azulean las viboreras canarias, cuando miras que el amarillo lo llevan en las manos los jaramagos, cuando no te explicas cómo pudieron salir a un tiempo, sin siembra humana, cientos y cientos de margaritas, cientos y cientos de campanillas rosas, azules, y cientos de florecillas que, sin poder nombrar, admiras.

El campo es una floristería con las flores sin cortar, vivas, enteras, hermosas de saberse hermosas. Es un gran patio, el campo; un patio como aquel donde aprendiste las primeras letras de las flores, en un capullo de rosa, en una amapola india, en las trompetas de la malva real donde los abejorros se llevaban horas libando. En el gran patio del campo aprendiste —te enseñó ella— a distinguir las flores, porque ella te las nombraba: «Niño, súbete al vallado y coge aquellas amapolas…» «Niño, anda, coge unas campanolas de esas azules…» Cuando muchos años más tarde leíste a Juan Ramón, te acordabas de aquellos paseos con ella por los caminos que iban al campo, que del campo volvían adornados como muchachas de tarde de mayo; te acordabas cuando el de Moguer animaba a ir al campo: «…Vámonos, vámonos al campo por romero, / vámonos, vámonos / por romero y por amor…» Y cuando leías esto, entendías que eran los versos que le faltaban al aire de la Cruz de Mayo de tu calle: «…Flauta y tambor sollozarán de amores, / la mariposa vendrá con su ilusión… / Ella será la virgen de las flores / y me querrá con todo el corazón!» Los poetas que crecieron con el campo cerca, tienen otras flores, más sencillas, más íntimas, más duraderas en la memoria. El campo enamora con colores y olores, el campo es la mejor floristería viva para las manos que saben tratarla. Miras los colores y todo es armonía, estén mezclados como estén. La luz del campo equilibra, iguala, entona, hermana. Te has salido de la carretera y, en una parte del campo levantada con yerbas de espiguilla, caminas entre rojos, azules, amarillos, rosas, verdes, blancos… Y oyes su voz, y notas que ella camina cerca de ti…

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