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LA TRIBU

Memoria y olvido

Un máster, ya ven. Una minucia que no sé a qué conduce, como si un master fuera la salvación

Pablo Casado está ahora mismo en el ojo del huracán ABC
Antonio García Barbeito

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Aquí, cada cual se acuerda de lo que quiere y olvida lo que le interesa. Ni señalo, ni culpo —¿quién soy yo?—, ni sospecho, ni quito ni pongo tintas de intención en nadie, pero hay que ver la que se forma aquí en el gallinero de la política, en cuanto median dineros o méritos, ansias de poder o ganas de hincar colmillos en el magro más a mano. En la televisión, al concurso Masterchef le ha salido un serio competidor, con platos preparados, en frío o en caliente, que bien podría llamarse Masterdequé. Cifuentes dice que dice la verdad, que todo lo hizo en regla con lo del dichoso master de la universidad; Casado enseña los papeles desde que estaba en la guardería y aquí ni dios ni la Lirio saben qué pasó con unos papeles y con otros. El PP, que tiene en Casado un buen defensa que despeja todos los balones de dudas, no sé yo si tendrá un lateral adecuado en la mano izquierda de Cristina Cifuentes para despejar lo que a veces parece que no es verdad y a veces parece mentira. Arde el campo de batalla y eso lo aprovecha Ciudadanos —arrieros somos, les dirán algunos— y todo el que puede.

Un máster, ya ven. Una minucia que no sé a qué conduce, como si un master fuera la salvación. Cristina no lo recuerda todo y Casado, para no tenerlo que recordar, saca papeles. Se pone de sevillana: «No me mandes papeles, / que no sé leer…» Eso, por la parte derecha, que después se va usted a la preferia sevillana y los Juzgados son una caseta nada divertida, aunque muy animada de participación. El cante, quiero decir, las declaraciones, lo tienen que dar los principales responsables de la Junta cuando ocurrieron los hechos de los ERE, y si unos ya han cantado su copla —con olvidos, que no siempre se acuerda uno de la letra completa—, Griñán ha empezado a cantar y a decir que le está tocando bailar con la más fea, y Chaves, dentro de unos días, tendrá que salir a la tarima ferial de esos Juzgados a contar lo que sabe, lo que recuerda o lo que le convenga. No sé si alguna vez sabremos la verdad, porque aquí, entre memorias y olvidos, la verdad se queda en duda o en sospecha, mentira bien vendida y aun verdad no comprendida. Hay verdades que no suenan tales, aunque lo sean, y mentiras que saben travestirse de verdad. Me duelen las personas, porque de todo esto, lo triste sería que rieran los que en verdad se aprovecharon de los masters, de las ayudas y de todo, y quienes tengan que pasar por caja —o por prisión— sean quienes confiaron en sus delegados. Está claro que, si eres honrado o si no puedes demostrar que lo eres, la profesión de más riesgo en España es la de político.

antoniogbarbeito@gmail.com

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