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ECONOMISTA EN EL TEJADO

Relativismo general

A la vista de las posverdades, retornamos a refugiarnos en Santo Tomás: creemos sólo lo que vemos y tocamos

Las fake news están a la orden del día ABC
Manuel Ángel Martín

Manuel Ángel Martín

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Mi taxista favorito me informa de cómo le ha ido en la pasada Semana Santa (creo que puedo seguir llamándola así), de los inconvenientes de los atascos en el centro, de los benditos turistas, de lo poco que le gusta su oficio en Feria. Masculla que vaya lío que han organizado con lo del máster de la Cifuentes, que al fin y al cabo sería un pecadillo y no una falsificación completa de titulaciones como lo de Roldán y otros mentirosos «vengan de donde vengan». La explicación es que van a por Rajoy y llevan en ello desde diciembre de 2011: «O son torpes o están equivocados». Cansado de polémicas sólo me atrevo a sugerirle cautela —las opiniones etiquetan— y, de mi cosecha, a cuestionar qué hacía una mujer como ella en un master como éste. Con gran aplomo y habiendo pinchado en hueso, mi interlocutor vuelve a lo económico y dictamina sobre la situación desde su experiencia personal en un ejemplo de lo que entendemos como saber vulgar, injustamente preterido frente a un saber pseudo científico. Y es que a la vista de las posverdades, las «fake news» y la proliferación de esos «pseudoacontecimientos» acuñados por Boorstein retornamos a refugiarnos en Santo Tomás: creemos sólo lo que vemos y tocamos. Uno de mis luminarias sociológicas y eximio catedrático, defiende con brillantez que nada es objetivo y todo es una construcción (el dice «constructo») social, incluso en aquello que constituye el núcleo duro de lo universal como las matemáticas o la lógica, abriendo la puerta a la existencia de una lógica catalana o de un álgebra sevillana, diferentes a las de cualquier otra sociedad. Predica que fiarse de los datos y de los hechos es pisar arenas movedizas, porque «dato» implica que alguien lo ha dado y «hecho» supone que es un producto fabricado, o sea ambos son sujetos a elaboraciones intencionadas, cuando no a manipulación.

Las reacciones ante los resultados económicos —ya se refieran al empleo, al crecimiento o a cualquier otro aspecto de trascendencia colectiva— se generan desde los intereses o la ideología, y sólo son sinceramente aceptados o desmentidos desde la pura experiencia personal. El resto es pura instrumentación. Cualquier informe es un medio de propaganda. Los «hechos» en relación con los desahucios, el paro, los diferentes tipos de pobreza, las desigualdades, e incluso los informes demográficos son interpretados de forma tan dispar que caer en el relativismo es lo menos que se puede esperar. Anclados en los prejuicios y atormentados por la disonancia entre estos y la realidad, sólo la evasión es practicable. En mi caso, apelo a la experiencia vivida, a la calidad de las fuentes de datos y a sus intenciones ocultas o expresas, y así voy tirando, conviviendo con el escepticismo y dispuesto a dejarme convencer. También atiendo a las opiniones de gentes «no alineadas», como mi taxista: «Esto va algo mejor, se lo digo yo. Aunque a algunos mejor que a otros»

@eneltejado

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