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Alberto García Reyes - LA ALBERCA

Santos inocentes

La absolución del Merca no convierte en mártir a nadie

Fernando Mellet, tras la lectura de la sentencia del caso Mercasevilla J. SPÍNOLA

ALBERTO GARCÍA REYES

El victimismo en la política es la principal fuente de demagogia que existe. Lo demuestran las reacciones a la sentencia del caso de la venta de suelos de Mercasevilla. Vaya por delante que la absolución de todos los procesados tras ocho años de investigación debe obligarnos a la reflexión porque no hay ningún argumento que pueda justificar un proceso tan larguísimo. Las consecuencias de la lentitud de la Justicia sobre el honor de las personas investigadas son devastadoras. No hay derecho a que el propio sistema dilate la duda y ampare la sospecha. Por lo tanto, el caso Mercasevilla es un paradigma más, entre desgraciadamente muchos, del fracaso de la Justicia en España. Pero tampoco hay que utilizar este tipo de sentencias para presentarse ante la sociedad como mártires, sobre todo porque habitualmente son las propias defensas las que utilizan ardides de entorpecimiento. El PSOE e IU están intentando pasar por damnificados porque llevan refugiándose desde hace algunos años en una filosofía decadente: para ellos, los límites del buen servicio a la sociedad los marca exclusivamente la ley, no la moral. Y eso conduce a confusiones irreparables como la disolución de la diferencia entre un no culpable y un inocente. Se escudan socialistas y comunistas en el supuesto linchamiento mediático que han recibido los investigados, como si los autos de la instrucción, los atestados policiales y los escritos de acusación de la Fiscalía los hubiésemos escrito los periodistas. Y culpan también al PP de judicializar la política con su denuncia, una mentira tan grande como que esto tenga algo que ver con los ERE porque la pieza urbanística la abrió de oficio la propia juez.

En el fondo, la reacción demagógica de PSOE e IU enarbolando el buen nombre de sus compañeros frente al presunto acoso político y mediático es una negación muy peligrosa de los mecanismos del Estado de Derecho. Torrijos, Mellet y compañía se sentaron en el banquillo después de un proceso de instrucción con diligencias policiales muy concretas y escritos muy rotundos del fiscal solicitando penas más o menos importantes. Y no caben aquí teorías conspiratorias. El número tres de lo que queda del PSOE en la actualidad, Gómez de Celis, que era concejal del Ayuntamiento de Sevilla cuando todo aquello ocurrió, ha distribuido por las redes sociales un artículo aberrante en el que se acusa a Alaya de ser una aliada de la ultra derecha, así, sin anestesia. Este es el nivel: todo es consecuencia de una confabulación interplanetaria en la que los malos son siempre los otros y los jueces se venden.

La verdad incontrovertible de Mercasevilla es que ganó el concurso una constructora que ofreció 60 millones de euros menos que otra. Y que la sentencia, por cierto, se ha hecho pública en un edificio alquilado por la Consejería de Justicia a la empresa que resultó perjudicada. Un final romántico para una historia en la que no había pruebas, pero seguirá habiendo dudas. La absolución, por tanto, es tan justa como injusto es el victimismo de los no culpables en este caso concreto, que intentan presentarse ahora como santos inocentes de cualquier lío en el que anden metidos.

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