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Jó, qué tropa

Decimos que tenemos los políticos que nos merecemos. Afirmo lo contrario: los políticos tienen los votantes que se merecen

Antonio Burgos

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La frase la hizo histórica el Conde de Romanones. Unos amigos habían propuesto a don Álvaro de Figueroa para ocupar un sillón vacante en la Real Academia Española . Como era costumbre en aquella época, y no sé si lo sigue siendo en la presente, el Conde visitó a los académicos numerarios para pedirles su voto. Todos se lo prometieron. Echó las cuentas, y salía. Y llegó la tarde de las votaciones. Y Romanones tuvo tal cantidad de bolas negras, que no salió elegido. Esperaba en su casa la buena noticia de su elección, confiado en los votos prometidos, cuando acudió presuroso uno de los amigos proponentes que habían firmado su candidatura y le anunció la triste nueva de que había sido rechazado. Y fue entonces cuando Romanones pronunció la frase que en España no solamente es famosa, sino multiusos:

-¡Jó, qué tropa!

Refiero lo de la tropa romanonesca por los políticos y por sus votantes. Decimos que en España tenemos los políticos que nos merecemos. Le doy la vuelta al calcetín y afirmo lo contrario: que los políticos tienen los votantes que se merecen. Interesados, cambiantes, nada fiables, noveleros, indecisos. Lo dicho: «Jó, qué tropa los votantes españoles». Lo pensaba hace mucho tiempo, pero acabo de comprobarlo una vez más en las dos encuestas de GAD que ha publicado ABC ayer y el domingo. Ha bastado que echen a Rajoy (que lo hayan desahuciado de La Moncloa sin que protesten los profesionales protectores de los que van a desalojar de su vivienda, como la Colau) y ha bastado para que aquel Partido Socialista que estaba más perdido que el Barco del Arroz que hay junto a la desembocadura del Guadalquivir en Sanlúcar haya pasado directamente a ser el que más piensa votar la gente. En términos de liguilla de ascenso y permanencia, tan propia de estos días: el PSOE ha pasado de la Tercera a puesto de Championlí. ¿Por los políticos del partido? No, por los votantes: «Jó, qué tropa». La gente se apunta a caballo ganador. Y del voto posible para el PP, que iba de cabeza, ídem de lienzo. ¿Dónde están todos aquellos que decían que estaban ya hartos de la blandenguería de Rajoy y de su partido, de no querer dar la cara por la unidad de España ante el problemazo del separatismo catalán, del pasteleo continuo, y que estaban más que decididos a votar por Ciudadanos cuando se presentara la ocasión, por cuanto Inés Arrimadas había hecho en Barcelona lo que muchos esperaban, que plantaran cara en Madrid con el 155 en la mano? Ea, pues ahí tienen a la «tropa» de Ciudadanos, con tan gran y honda convicción en sus intenciones de voto que el partido naranja (naranjas de la China en este caso) ha sido ampliamente sobrepasado por lo que más odiaban: por el bipartidismo de toda la vida del PSOE y del PP. Y Podemos, ni hablo. Están en las encuestas como aproximadamente andaba el PSOE anterior a la moción de censura.

Pero es que tomo el ABC de ayer con la segunda parte de la encuesta de marras y me asquea más todavía la tropa votante española. Tenemos los votantes que nos merecemos. Al 73% le ha parecido bien la dimisión de Rajoy. «Tarde y mal», como en el título de Larra, nos ha parecido a muchos. Pero es que la puñalá trapera de la moción de censura, una de las maniobras más sucias de la reciente política española, y la traición de lo mangones del PNV le ha parecido bien al 53% del personal. Y el Gobierno de estrellas rutilantes, con poli bueno y poli malo en materia de separatismo catalán, le ha parecido bien al 49%. Y, ojo: que hayan apoyado a Sánchez hasta sus famosos 180 votos los partidos separatistas, independentistas y antiespañoles le ha parecido mal al 47%, pero bien al 39,5%. ¿Los políticos que nos merecemos? No, lo peor son estos votantes que no nos merecemos, que se van para allá y para acá sin la menor convicción en sus principios y en su ideología, si es que la tienen. Estos sí que son de «jó, qué tropa». ¡Y qué bien se los conocen Sánchez y su asesor Redondo! ¿Convicción en las ideas? Ni hablar del peluquín. Del peluquín de Iván Redondo.

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