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LA ALBERCA

El truco del seísmo

Mientras en Andalucía se juzga el gran saqueo del PSOE, todos los focos apuntan a Cifuentes

Cristina Cifuentes ha estado esta semana en el centro de la polémica JAIME GARCÍA
Alberto García Reyes

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La insoportable banalidad que nos asuela ha permitido que esta semana, en plenas sesiones del juicio sobre el mayor escándalo de la democracia en España, que es el de los ERE, un medio digital dirigido por un señor que no terminó la carrera de Periodismo haya conseguido que todos los focos se dirijan a la presidenta de la Comunidad de Madrid con una noticia sobre un máster dudoso que Cifuentes obtuvo en la Universidad Rey Juan Carlos I. Yo no defiendo lo indefendible, pero sí denuncio la hipocresía de quienes imparten lecciones de moralidad desde púlpitos corrompidos. El periodismo es un oficio noble. A mí me duele. Y por eso creo que el único corporativismo posible pasa por la denuncia del intrusismo, sobre todo porque actualmente el colador de enmascarados deja pasar la suciedad ideológica antes que cualquier otra. La mayoría de los intrusos que hay en el periodismo actual son políticos encubiertos dispuestos a utilizar su altavoz en favor de intereses muy concretos. Pero su contrastada falta de profesionalidad les suele dejar en evidencia con facilidad. Si Cifuentes falsificó las notas de su máster tendrá que dimitir más que por engañarnos, por ridícula. Pero lo idóneo es que quienes se echen las manos a la cabeza por este asunto sean personas que al menos ejercen su profesión con el título en vigor y que quien interpele a la presidenta por parte de Podemos no sea Íñigo Errejón, que se llevó la pasta de una beca en la Universidad de Málaga sin asistir. Lo único que pedimos los ciudadanos es que, por favor, no nos tomen por imbéciles. Sólo eso. Y, a partir de ahí, que cada palo aguante su vela.

Las extrañas circunstancias en las que ha estallado el supuesto escándalo de Cifuentes son muy inquietantes. Porque la explosión ha coincidido con las sesiones del juicio por el mayor saqueo político que se ha producido en este país en los últimos 40 años. Ayer mismo declaró como procesado en la Audiencia de Sevilla el otrora virrey de Andalucía Gaspar Zarrías. En el mismo banquillo que él se sientan dos expresidentes de la Junta por el presunto desvío arbitrario de 800 millones de euros. Pero en la puerta del tribunal no hay manifestaciones, como sí ha ocurrido en los juicios de los casos Gürtel, Bankia y Noos. Los grandes medios digitales están haciendo una faena de aliño con la cobertura de los ERE. Ni siquiera TVE abre sus informativos con este asunto, probablemente porque el PP no quiere que se le acuse de utilizar la televisión pública para denunciar a socialistas, aunque el telediario sí que sacó a Rato siendo sometido por un policía cuando fue detenido, quizás para que nadie acuse al PP de ocultar sus tropelías. ¿Por qué? Ayer Zarrías dijo en sede judicial que el modelo de distribución del dinero de los ERE era el mismo que el que se emplea en las grandes catástrofes, como los terremotos. Él mismo se delató al confesar que, más allá del evidente desfalco que se juzga, la gestión socialista en Andalucía ha sido una calamidad. Pero, casualmente, a esa misma hora en la que el PSOE se desplomaba, lo medios estaban pendientes de un terremotito del PP en Madrid que sólo ha hecho sonar la cristalería de nuestra insoportable ingenuidad.

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