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Manuel Contreras - PUNTADAS SIN HILO

25 años de peaje

Desde la Expo 92 en Sevilla solo se ha construido el metro, con 22 estaciones. En el mismo tiempo en Madrid se han hecho casi 200

MANUEL 
CONTRERAS

Más que celebrar el recuerdo de la Expo 92, los sevillanos deberíamos protestar por el olvido desde la Expo 92. La ciudad lleva un cuarto de siglo pagando un peaje histórico y desmesurado por aquellos fastos históricos en los que Sevilla se convirtió en escaparate del planeta. La muestra universal nos dejó gloria, pero también un complejo de culpa administrativa que hemos pagado bien caro. La Expo avivó exponencialmente —nunca mejor dicho— las envidias atávicas del anticentralismo andaluz y dejó a la Junta de Andalucía cohibida y asustada, incapaz de apostar por Sevilla como la gran ciudad del sur de Europa. En el Gobierno central, ni el PSOE ni el PP han dado prioridad desde entonces a las demandas de la capital andaluza. Es cierto que durante los años previos a la Expo 92 vinieron grandes inversiones, pero un cuarto de siglo de sequía presupuestaria deja la cuenta de resultados sin beneficios para la ciudad. Vivimos algunos años ilusionados cuando todo era de cara al 92, pero llevamos dos décadas y media viviendo de culo al 92.

La Expo dejó a Sevilla un moderno parque empresarial, un aeropuerto remozado, una nueva estación de AVE, una circunvalación que resultaba imprescindible y cinco nuevos puentes sobre el río. Un impulso colosal, sin duda. Pero desde entonces el parque empresarial apenas ha recibido dinero público, el aeropuerto no se ha remozado, la red ferroviaria apenas ha crecido, la segunda circunvalación sólo ha visto construidos 16 de sus 77 kilómetros y el río se ha convertido en un muro infranqueable, porque no hay dinero para el túnel proyectado.

Se ha construido el metro, sí. Un proyecto que databa de 1968, por cierto. Las administraciones construyeron con mucho esfuerzo una línea con 22 estaciones y dieron a entender que ahí se quedaba la cosa por una buena temporada. Desde 1992, en Barcelona se han construido 59 estaciones y en Madrid casi 200. Por no hablar de la impresionante red ferroviaria de Barcelona o la maraña de autopistas urbanas de Madrid, que desde 1992 ha visto el soterramiento de la M-30 y la construcción de la M-40, la M-45 y la M-50, además de las radiales.

La evocación de la Expo 92 provoca nostalgia por un evento que devolvió a Sevilla durante seis meses el orgullo de sentirse, como hace siglos, el ombligo del mundo. Pero también la fustración de un agravio lacerante que se prolonga ya por 25 largos años. Mientras otras urbes aprovechan coyunturas como la Expo para consolidar su nuevo estatus de ciudad moderna y eficaz, a Sevilla se le castiga con un ostracismo indefinido para devolverle a los tópicos manidos del folclore provinciano. Parece que la ciudad no hubiera tenido derecho a aquel episodio de efímero esplendor, que el éxito nos condenase y que esta orfandad de un cuarto de siglo fuera el peaje que tuviéramos que pagar los sevillanos por vivir un sueño que en realidad no nos correspondía.

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