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Alberto García Reyes - LA ALBERCA

El referéndum de la pandereta

La consulta de la Feria es una frivolidad con la que el gobierno intenta eludir su responsabilidad

ALBERTO GARCÍA REYES

La llamada «consulta popular» sobre la Feria es una necesidad que los sevillanos estábamos pidiendo a gritos. Aquí no se habla de otra cosa. Porque Sevilla dura siete días. El resto del año hiberna. Es una bella durmiente que se pasa la vida soñando con farolillos, con la jarana del costumbrismo y con volantes de organdí. Una tierra en letargo que se despierta con la luz del Alumbrado y se vuelve a dormir con la nana de los fuegos artificiales. Aquí ningún problema es un problema si no se refiere a lo realmente importante: el cachondeo. ¿A quién le importa que cuarenta años después de iniciar el proyecto sigamos sin red completa de metro? ¿Qué más da si en el aeropuerto hay un monopolio de taxistas y navajeros y no existe ninguna otra conexión eficaz para los viajeros? ¿Acaso tiene importancia que la fábrica de Altadis tenga jaramagos que le asoman por las ventanas mientras en Los Remedios no hay forma de llegar a la orilla del río? ¿O que la Fábrica de Artillería no tenga uso definido? ¿O que las Atarazanas sigan esperando unas obras que nunca han tenido consenso? ¿Quién se va a preocupar por el dragado, el tráfico y las tuneladoras de la SE-40 teniendo por delante el lío de la Feria? Es fundamental, y desde aquí se lo agradezco con la mano en el corazón, señor alcalde, que salgamos en todos los informativos nacionales por este referéndum pionero que resolverá un conflicto tan enquistado como el de la duración de la juerga. Un millón de gracias sinceras por fomentar esa imagen que tanto nos ayuda a progresar.

Los sevillanos estamos hartos de tocar la pandereta de España. Cansados de llevar el sambenito de la ociosidad por otras capitales que tienen muchos más días festivos que nosotros cuando celebran sus días grandes y que, sin embargo, nos dan lecciones permanentes de vigor laboral y boyantía económica basada en el esfuerzo. Aquí trabajamos como animales, tenemos a algunos de los mejores representantes de las vanguardias artísticas, hay emprendedores de toda jaez buscándose la vida en silencio y contamos con varios de los más eximios científicos de España. Hay deportistas de elite entrenando cada mañana sin que nadie hable de ellos, un patrimonio ingente que demuestra la fortaleza histórica de nuestra economía y una gran masa crítica que, a pesar de la indolencia intrínseca de la ciudad, se deja el alma intentando conseguir que Sevilla sea moderna. Pero el gobierno municipal va a fomentar el tópico humillante del jolgorio, el pastoril estereotipo del sevillano vago que sólo piensa en el alterne, para no tomar una decisión que le pueda dar dolores de cabeza ante el localismo recalcitrante. Gobernar es decidir. Y Espadas lleva un año inventándose coartadas para alegar siempre que su postura la avala una comisión de expertos o el voto de los sevillanos. Es el alcalde Pilato. Si el pueblo elige a Barrabás, la culpa será del pueblo. Todo sea por la democracia. Votemos pues en referéndum si queremos seguir siendo la pandereta nacional.

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