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Antonio Burgos - EL RECUADRO

Sevilla no es Alsasua

Aquí no sólo no queremos que se vaya la Guardia Civil, sino que las generaciones venideras recuerden lo que la ciudad le debe

ANTONIO

Gracias a Dios. En Alsasua no quieren ser lo que son: navarros de España. En Sevilla sí queremos ser lo que siempre fuimos: andaluces de España. En Alsasua ponen en los bares los que ellos llaman «pintxos», o sea, pinchos, vamos a dejaremos de cuentos del vascuence en una tierra de la Merindad de Pamplona, siempre tan española, como fue Alsasua, que anda que no salieron de allí requetés en los primeros días de la guerra 1936-1939. Los que derrochaban valentía y que, como comentaba el también navarro Rafael García Serrano en su «Diccionario para un macuto», decían a quienes les recomendaban prudencia al ver su temerario y heroico valor:

—¡Quiá, mi capitán, que bien confesadico y bien comulgadico, a mí no me mata ni Dios!

O sea, que allí en Alsasua toman pinchos, y aquí en Sevilla, tapas. Allí chistorra y aquí, montaditos de chorizo picante, maravillosos, en Casa Morales. En Alsasua celebran las fiestas patronales en honor de la Asunción, y aquí ese día sacamos a la Virgen de los Reyes, la eterna Salvadora de Sevilla. Y en Alsasua los partidos gobernantes firman para pedir que retiren a la Guardia Civil de la villa, que no quieren verla allí ni en pintura, por ejemplo, en la de Ramón Casas; mientras que aquí en Sevilla estamos orgullosísimos del que ahora llaman «Instituto Armado» en términos políticamente correctos, porque dicen que es facha eso de llamar Benemérita a la Benemérita, como se le dijo desde que la fundó el Duque de Ahumada y que desde entonces está sirviendo a España en las condiciones más duras. Por si no ha quedado claro: sirviendo a la Patria y a la Bandera de la puerta de sus cuarteles. No, miren ustedes, señores de Alsasua: lo que es facha, nazi y hasta berrendo en hitleriano es que cincuenta malnacidos separatistas cerquen «valientemente» a dos guardias civiles con sus novias y les den una cobarde paliza con resultado de hospital.

Como afortunadamente Sevilla no es Alsasua (ni Dios lo permita) aquí no sólo no queremos que se vaya la Guardia Civil, sino que nos da la gana de que las generaciones venideras recuerden lo que la ciudad le debe a la Benemérita. Gracias a la Guardia Civil, el Cortinglés de la Plaza del Duque no fue el Hipercor de Barcelona a efectos de una matanza perpretada por los cabrones (sí, he dicho «cabrones», ¿passsa algo») de la ETA, que por lo visto allí en Alsasua andan como Perico por su casa... o como Juan y Medio por Canal Sur. La Guardia Civil ejerció de mano protectora de la Virgen de los Reyes para librar a Sevilla de una masacre en abril de 1990, cuando nuestros admirados y abnegados picoletos detuvieron a la pandilla de pistoleros de la ETA que mandaba el hideputa Parot y que venían a colocar la leña del triquitraque en el aparcamiento de La Gavidia, para que volara el Cortinglés como Hipercor en Barcelona. Por decirlo a lo García Lorca: «Señores guardias civiles,/aquí pasó lo de siempre:/con riesgo vuestras vidas/ no murieron inocentes». Y como esto no es Alsasua, hoy, en la que el alcalde Uruñuela rotuló muy bien bautizada como Plaza de la Concordia (la que empezamos a gozar con la Constitución de 1978 que sancionó «el Rey de todos los españoles»), la Hermandad de Amigos del Benemérito Cuerpo de la Guardia Civil (Habecu) va a descubrir un monolito «en homenaje a la Benemérita por su arriesgada actuación, que en abril de 1990 salvó a Sevilla de una masacre al evitar un atentado terrorista». Es lo menos que Sevilla le debía a la Guardia Civil. Aquí, al contrario que en Alsasua, no queremos que se vaya, sino que se quede unida a la memoria de Sevilla, agradecida. En Alsasua odian a la Guardia Civil precisamente por cuanto orgullosamente proclama en su himno: «Viva España, viva el Rey,/viva el orden y la ley,/ viva honrada la Guardia Civil». Sevilla la honra hoy en La Gavidia: jugándose la vida evitó la explosión asesina que hubiera producido muchas muertes. Sé que la Benemérita no le da a estos servicios la menor importancia. Les entra en el sueldo, en el corto sueldo. Pero todo el que pase ante ese monolito recordará ya para siempre que el Honor es su divisa.

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