Arácnidos
Mitos y leyendas sobre la araña parda
No es tan peligrosa como su pariente americana y puede confundirse con otra más común, de patas largas y delgadas

No llegan a medir más de 15 milímetros, pero las lesiones causadas por el veneno de su picadura en varios casos – uno de ellos constatado - la han convertido en la protagonista de muchos titulares y de conversaciones entre los propios ciudadanos. Es la araña parda, conocida científicamente como «loxosceles rufescens», una pariente de la americana parda reclusa mucho menos peligrosa.
En el argot popular es también nombrada como «araña parda mediterránea», de color marrón y con un dibujo en forma de violín sobre la parte delantera. La loxosceles rufescens es la única de su grupo que se encuentra en la Península Ibérica y, por fortuna, con un veneno menos dañino que sus primas americanas, «laeta» y «reclusa», éstas sí altamente venenosas.
Según explica el biólogo Carlos Lobato, este tipo de araña de la que todo el mundo habla, la mediterránea, no es nueva en la Península Ibérica y, con toda probabilidad, ha estado conviviendo con nosotros más de lo que pensamos. Sin embargo, no resulta tan fácil identificarlas a simple vista. Se hace necesario analizarlas detenidamente, dado su pequeño tamaño, ya que a menudo se suelen confundir con la típica araña de patas largas y cuerpo fino que habitualmente andan por las esquinas de las casas.
Picaduras
Todas las arañas tienen glándulas de veneno para poder cazar a sus presas. Es decir, pueden picar, pero no todas están preparadas para realizar estas mordeduras a los seres humanos. Esto depende de una especie de colmillos llamados «quelíceros» que, en función de cómo se encuentren situados, permiten o no la mordedura. En el caso de la parda ibérica sí pueden picar pero sólo lo hacen cuando se sienten atacadas. No las coja, por tanto.
Lesiones cutáneas
La toxicidad que inyecta la araña en su picadura puede provocar lesiones cutáneas en el ser humano. Este cuadro clínico, llamado «loxocelismo», suele comenzar con un picor alrededor de la zona donde la araña ha inyectado el veneno. El dolor intenso aparece a las ocho horas, momento en el que, en muchos casos, la persona se da cuenta de la picadura. La zona se inflama y aparece una aureola alrededor de color rojo y luego morado, que va desembocando en la necrosis, la muerte de los tejidos de la piel.
La mayor o menor incidencia de esta picadura depende de la persona, por la capacidad de defensa y adaptación que tenga el organismo, así como por el lugar donde se reciba la mordedura.
¿Hay más de la cuenta?
La Junta de Andalucía ha negado que se trate de una plaga, pero ¿se ha notado una proliferación de estas arañas? Según apunta Lobato, en este sentido, responder a esta cuestión no es nada sencillo ya que no ha habido unos datos previos que ayuden a realizar comparativas y se trataría, en cualquier caso, de una tarea que llevaría su tiempo de trabajo.
No son domésticas, pero al buscar siempre zonas cálidas –más de 15 grados- es frecuente que se escondan en rincones, detrás de los muebles o en trasteros, además de en los cuartos de baño. En invierno permanecen más quietas, por el frío, pero ahora con la llegada de las buenas temperaturas aumentan su actividad por las noches.
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