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los palacios

La joven calígrafa sevillana que se gana la vida con su buena letra

Aurora Gómez, de 29 años, es una experta en escritura gótica bastarda, y diseña etiquetas, meseros e invitaciones de boda

La joven calígrafa sevillana que se gana la vida con su buena letra laura montes

laura montes

La palaciega Aurora Gómez lleva años trabajando como calígrafa para empresas, bodas y eventos que buscan la belleza de la escritura a mano. Escribir a mano ya no es una necesidad porque los ordenadores y dispositivos móviles han hecho que la digitalización gane la batalla a la letra manuscrita. Sin embargo, la escritura artesana, alejada de las teclas de un ordenador, proporciona una belleza que las máquinas no pueden otorgar. La caligrafía se encarga precisamente de perpetuar este hábito que, pese a los nuevos influjos, sigue teniendo sus adeptos.

Esta joven de 29 de años de Los Palacios es una enamorada de este arte desde que era una niña. Calígrafa e historiadora en la actualidad, comenzó en este mundo por mera afición, aunque ahora sus días pasan entre plumillas, pinceles y tinteros. «En el colegio nos insistían mucho en la caligrafía y, en casa, mi madre siempre me inculcó que tener buena letra era muy importante», recuerda esta palaciega que reconoce, precisamente, que es ahora su «buena letra» la que le está dando de comer, pese a que «jamás» pensó que su afición le fuera a reportar beneficios económicos.

Porque entre sus encargos están los diseños de etiquetas, meseros, invitaciones o sobres. Muchas parejas de novios encargan estas caligrafías para dar un toque más romántico a sus invitaciones de boda, las hermandades solicitan la belleza de este arte para sus pergaminos y libros de reglas, e incluso los restaurantes optan ya por requerir el trabajo de esta calígrafa para que sus pizarras con el menú del día tengan un carácter más personal. De su puño y letra salió la la caligrafía de las invitaciones y meseros del XIV Premio ABCRomero Murube. Y este año lo hará también.

Tras aterrizar el pasado verano en Milán para aprender la técnica de la escritura gótica bastarda, Gómez reivindica el carácter «mágico y romántico» que la caligrafía proporciona por el simple «placer de escribir». En su pueblo natal pasó varios veranos aprendiendo a escribir con pluma en casa del también palaciego Juan Antonio Rodríguez, el de «la curá». «Lo primero que me dijo es que me olvidara de cómo se escribe con lápiz y bolígrafo porque la pluma no tiene nada que ver, es como aprender a escribir de nuevo», asegura.

Frente a la uniformidad de la escritura de imprenta, la caligrafía a mano comienza ahora a estar más valorada que nunca, ante el hartazgo y la falta de identidad del escrito mecanografiado. «No hay dos trabajos iguales. Es exclusivo», explica.

La técnica de la caligrafía da como resultado un trabajo único donde no existe espacio para el error. «Si te equivocas tienes que desecharlo». Pero, ¿por qué optar por la caligrafía? Gómez pone de ejemplo a Santo Tomás de Aquino y su martillo de cristal. «Él explicaba que filosóficamente era feo porque no cumplía la función para la que fue construido y la caligrafía, quizás, pueda ser también filosóficamente fea porque no cumple su fin inmediato, requiere de un tiempo, pero sin embargo es algo bello».

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