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mairena de alcor

Calixto Sánchez: «Hace 50 años yo cantar cantaba, pero como el que se ponía a silbar»

El primer artista flamenco con estudios superiores cumple medio siglo en el cante y recuerda sus primeras galas: «Con una ganaba el doble de mi paga mensual como maestro»

Calixto Sánchez: «Hace 50 años yo cantar cantaba, pero como el que se ponía a silbar» A.g.

alberto guillén

Corría el año 1965, verano para más señas. El Festival de Mairena, nacido tres años antes y que en esta edición se encumbrará convirtiéndose en modelo para tantos certámenes de toda Andalucía , anuncia un concurso de aficionados diferenciando tres categorías: una primera con seguiriyas, soleares y tonás, un segundo grupo con malagueñas, tarantas y cartageneras, y un tercer grupo con bulerías, alegrías, mirabrás, caracoles y romances.

La noche escogida para la final de aquel certamen fue el 14 de agosto y el escenario la Glorieta Jiménez Sutil . En el primer grupo, ganó Manuel Crespo , y el tercero el ecijano Francisco Fernández, mientras que en el segundo, según la noticia publicada por este mismo periódico en su día, «obtuvo un rotundo triunfo un joven estudiante de Mairena que cantó al más puro estilo de Chacón».

Aquel desconocido joven estudiante de bachillerato, que no pasó desapercibido para los cronistas de la velada, no era otro que el laureado cantaor y maestro Calixto Sánchez ( Mairena del Alcor , 1946), una de las voces más notorias de la segunda mitad del siglo XX y figura indiscutible del cante. Para conmemorar los cincuenta años del triunfo de este mairenero insigne, el LIV Concurso Nacional de Cante Jondo Antonio Mairena , que se celebra mañana a las 22.30, estará dedicado a su figura y obra.

El homenajeado, que además presta su nombre al mismo premio que hace medio siglo le abrió las puertas del cante, recuerda todo aquello como una serie de carambolas extrañas. « Yo cantar cantaba, pero por impulso natural, lo mismo que quien se pone a silbar, y desde luego no tenía idea de nada, ni de música ni de cante ni nada». Pero su voz no había pasado desapercibida para un grupo de amigos que lo llevó, figuradamente, a empujones a presentarse al concurso y, contra la opinión de su padre, «que me preguntó riéndose si yo iba a ser capaz de cantar delante de la gente», decidió prepararse.

Así que «con mucha vergüenza » y toda la convicción del mundo se presentó ante el jurado en preliminares. Yo no había cantado nunca con guitarra, recuerda el maestro mairenero, «no tenía ni idea, ni sabía qué era el cante, bueno ni en Mairena , a parte de un grupo muy selecto, la gente sabía de cante, lo máximo que había escuchado era a algunos aficionados en la taberna de mi padre, a Currindín, al Titi Cunero ..., que en realidad eran casi todo saeteros, y bueno, alguna vez a Antonio cuando paraba por allí».

Pero a pesar de los nervios y la inexperiencia reconoce que tenía un plan: «Yo era estudiante así que tenía un método, me preparé los cantes como me preparaba los exámenes y lo mismo que estudiaba con el libro eso hice con la malagueña del Mellizo que hacía Antonio Mairena y una cartagenera que cantaba Pastora, aunque en realidad era de Chacón».

Con estos dos cantes y sin más tablas que las preliminares, se plantó sobre el escenario arrancando una ovación cerrada y tres mil pesetas «como una sábana de grandes», bromea. Además del trofeo le sobrevino una especie de revelación: «Descubrí un mundo completamente nuevo y desconocido para mí, aquello me fascinó, por un lado recibir aquella acogida, y luego darme realmente cuenta de lo que significaba cantar, el mundo tal y como yo lo conocía cambió para mí esa noche», explica.

Aquel primer premio sería el comienzo de una larga lista de galardones que tendrá su punto álgido y final en 1972 con un primer premio en Granada, entregado en mano por el propio Pepe de la Matrona, y otro primer trofeo recogido en la Plaza de España de Sevilla, que le reportaría además la nada desdeñosa cantidad de cien mil pesetas de la época. A partir de ahí se acabó el amauterismo y los concursos de aficionados. Apenas regresado a casa de aquellas dos noches gloriosas sonó el teléfono y era Pulpón que ya le tenía preparada una actuación en Almería y asignado un caché de ocho mil pesetas por gala, que era casi el doble de lo que ganaba en un mes trabajando como maestro de primaria.

Aquel mismo año acudiría por primera vez a Mairena cantando ya como profesional e iniciaba un idilio que, salvo una excepción, le llevó a cantar en todas las ediciones del festival hasta 2011, fecha de su retirada oficial.

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