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los palacios

Un quiosquero le echa un pulso a móviles y videojuegos con los cromos de toda la vida

Jerónimo Albarrán logra reunir en torno a su quiosco a muchos niños que se intercambian cromos de sus albumes

Un quiosquero le echa un pulso a móviles y videojuegos con los cromos de toda la vida f.r.murube

fernando r. murube

Es domingo, y como ya es tradición en Los Palacios desde septiembre hasta prácticamente la Navidad, a partir de las once de la mañana el quiosco de Jerónimo Albarrán se llena de niños acompañados por padres y abuelos que acuden a la convocatoria del quiosquero: « Intercambio de cromos todos los domingos de 11 a 13 horas», reza un cartel pegado en una de las hojas laterales del puesto.

El rito de «lo tengo, no lo tengo, lo tengo, no lo tengo» no deja de sonar con fuerza durante esas dos horas gracias al más de medio centenar de niños, padres y abuelos que durante un par de horas se igualan en edad e ilusión por conseguir un objetivo: completar el álbum de la Liga de Fútbol, el súmmum de todo coleccionista. A pesar de que los cromos en teoría es cosa de los más pequeños de la casa, los padres y abuelos que acuden con ellos cada domingo son en muchos casos los que toman la voz cantante en las transacciones. « Es como volver a la infancia por un rato y recordar cuando yo los cambiaba con mis amigos en la plaza», señala Rafael mientras su hijo repasa la lista de los cromos que le faltan.

Este encuentro dominical poco a poco ha ido implantando sus propias normas para las transacciones, con un precio fijo de 10 céntimos por cromo en caso de que alguno de los participantes tenga uno que a otro le pueda interesar y éste no tenga cromos que le falte a esa persona. De este modo, se evita que se haga negocio monetario, según cuenta Antonio, padre de uno de los asiduos a la cita: « El año pasado expulsamos a un padre que pedía 20 euros por un cromo, y decidimos poner un precio igualitario ».

Jerónimo comenzó con esta iniciativa hace cinco años, y él mismo reconoce que no esperaba que su idea tuviera tan buena acogida: «Poco a poco se fue corriendo la voz y cada vez somos más los que nos reunimos cada domingo . Aunque la hora de comienzo es las 11 de la mañana, los niños están allí esperando desde las 10, te transmiten una ilusión indescriptible».

Aunque para muchos las colecciones de cromos pueden ser considerados patrimonio del olvido , lo cierto es que gracias a iniciativas como la de este quiosquero la llama del intercambio de cromos sigue viva entre las nuevas generaciones.

Una tradición heredada de padres a hijos durante un siglo que aguanta con lozanía los envites de las nuevas tecnologías (videojuegos, móviles, etc.) , convirtiéndose en el verso suelto entre los entretenimientos de una generación embelesada por los adelantos del último dispositivo o consola.

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