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Tribunales

El acusado de destrozarle la cabeza a su mujer con la tapa de la cisterna en Alcalá, la culpa a ella

Las hijas de la pareja relatan cómo la víctima sufrió durante años malos tratos pero no se atrevía a denunciar por miedo

Mario, en el momento de su declaración este martes en el juicio que se celebra en la Audiencia EFE

SILVIA TUBIO

María del Águila fue asesinada el 3 de junio de 201 5 . Su cuerpo lo encontró la Policía Nacional en el baño de la vivienda familiar. Estaba boca abajo, con la cabeza y el rostro destrozados. Había sangre por toda la estancia y también en el pasillo. Su marido Mario Calderón había llamado momentos antes a su hermano para decirle que había pegado a su esposa y que algo grave había ocurrido. La víctima había recibido tres puñaladas por la espalda y había sido golpeada con la tapa de la cisterna del inodoro, que se rompió en tres pedazos.

Esta vecina de Alcalá de Guadaíra, que tenía 50 años, fue víctima de violencia machista . El único sospechoso de su muerte y que está siendo juzgado en la Audiencia Provincial ante un jurado popular no se arrepintió este martes de lo ocurrido, ni tan siquiera se lamentó . Se escudó en una falta de memoria selectiva para rehuir las preguntas directas sobre la agresión mortal que sufrió María del Águila. Sí recordaba lo que supuestamente ocurrió antes y después. «Vi su cuerpo tirado en el suelo, me sentí raro y llamé a mi hermano».

Mario, de 54 años, no le ha dado un respiro a la víctima ni en el juicio . La ha acusado de haberle agredido en ocasiones, de serle infiel e incluso asegura que temía por su vida. Llegó a decirle a sus dos hijas que le estaba envenenando. A pesar de que su relato de los hechos no coincide con las pruebas, le ha contado al tribunal que la noche de los hechos se levantó por la noche y vio a su mujer con un hombre en su casa. Al dirigirse a él, «ella se puso en medio» y se abalanzó sobre él. Que ella, la víctima, la fallecida le hirió en varias partes del cuerpo y...nada más porque a partir de entonces dice que no se acuerda. Justo se le nubla la memoria cuando propina una brutal paliza a su mujer y la mata.

La acusación ha insistido en cómo Mario se había guardado las llaves de su esposa para impedir que huyera de la casa

Los agentes que han declarado en el juicio afirman que al llegar a la casa se encontraron al acusado en la puerta, vestido con unas calzonas y el torso descubierto . «No decía nada, sólo que no sabía. Tuvimos que preguntarle dos veces donde estaba su mujer hasta que nos dijo que estaba en el baño». De las supuestas lesiones que decía que le había provocado su mujer no vieron nada. Sólo una herida en una mano que él mismo se curó antes de que llegara la Policía. Tampoco había rastro de amante y sí mucha sangre en el baño, en el pasillo y algunas gotas en el dormitorio de la pareja.

También observaron vestigios en la llave que abría la terraza como si hubieran intentado abrirla con las manos manchadas de sangre. En el bolsillo de las calzonas, Mario guardaba el juego de llaves de su mujer. La acusación particular está preguntando una y otra vez sobre este punto para demostrar la alevosía. Mario no quería que su mujer saliera huyendo.

El acusado sale de los calabozos el día de la detención ABC

El matrimonio estuvo casado durante 27 años. El acusado ha dibujado una relación normal. Si bien admite que la convivencia se deterioró a partir de 2008 . «Yo sufrí el accidente laboral. Me caí del andamio y me quedé en casa. A raíz de la incapacidad laboral empezaron los problemas. Me decía que no servía para nada». También ha alegado problemas de depresión por la muerte de un hermano, pérdida de memoria, disfunción erectil...Un conjunto de patologías en las que ha insistido su abogado para intentar demostrar que su representado no tiene sus facultades mentales intactas. La defensa está siendo una tarea difícil.

«La maltrataba desde que tengo uso de razón»

Esa normalidad dentro del matrimonio la han roto en mil pedazos las dos hijas de la pareja, que han declarado detrás de un biombo para no verle la cara a su padre. Ambas, mayores de edad y que se habían independizado cuando ocurrió el crimen, han relatado cómo su madre sufría insultos, amenazas y agresiones «desde que yo tengo uso de razón», ha dicho Estefanía.

María del Águila no se atrevía a dejarle «porque le tenía miedo» . Sin embargo pocos días antes del asesinato, la víctima se armó de valor y le dijo a su familia que iba a marcharse de casa, que ya no aguantaba más. «Si me dejas, te mato. Con eso la amenazaba», ha contado Jennifer, la mayor de la casa.

En 2008, la víctima le pidió a su hija que se disculpara con su padre por haberle denunciado tras la enésima agresión

María del Águila había intentado romper con esa relación destructiva en 2008 , cuando denunció a su marido. Estefanía contó que fue tras uno de tantos episodios violentos que habían presenciado en el domicilio familiar, como la vez que su padre le rompió una silla de plástico en la espalda de su madre. «Yo me interpuse y también me pegó».

Pero su madre finalmente dio marcha atrás y no quiso declarar contra su marido. La denuncia no prosperó. « Me pidió que me disculpara con mi padre porque yo había llamado a la Policía ». La hija aportaba al jurado un dato demoledor del nivel de sometimiento de su madre. Una característica habitual entre las mujeres maltratadas y anuladas por sus agresores.

Las dos hijas de la pareja, en el centro de la imagen, acudieron al juicio ABC

La Fiscalía pide para el acusado 23 años de prisión por un delito de asesinato y otro de malos tratos; además de la prohibición de acercarse a sus dos hijas después de que salga de prisión durante doce años. En caso de condena deberá indemnizarlas con 150.000 euros y con 120.000 euros a sus suegros.

Las dos hijas han acudido a la Audiencia con familiares y amigos de la víctima. Vestían unas camisetas con una fotografía de María del Águila. «Llevamos dos años sufriendo. Esto está siendo muy duro». Su tío también testificó confirmando que f ue él quien llamó a la Policía tras recibir la llamada de su hermano, al que calificó con desdén de «supuesto» y un tanto agresivo .

La madre del acusado se acogió a su derecho a no declarar. Compungida abandonó la sala pidiéndole a su hijo que le mirara: «¡Soy tu madre, mírame por dios!». Mario esquivó ese encuentro.

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