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CARMONA

El bombero que fue de Navarra a Sevilla a caballo y que en Carmona dijo «¡basta!»

Carmelo Ojuel, de 52 años, hizo más de mil kilómetros en 36 días, pero se sintió mal y se detuvo

Carmelo Ojuel con dos de los caballos con los que hizo la ruta A.M.

ALBERTO MALLADO

Un jinete llegó a Carmona hace unos días, buscaba el centro de salud, se encontraba mal. Llevaba 36 días a caballo, recorriendo España en una sorprendente aventura con una hermosa motivación. Aquí encontró la solidaridad de la gente del caballo que lo acogió a él y a sus animales. Carmelo Ojuel había escuchado desde pequeño las historias de su padre, sus tíos y sus abuelos.

Son de un pequeño pueblo de Soria, próximo ya a La Rioja, Matasejún , y cada año bajaban con sus ovejas en busca de los pastos de Andalucía . Hacían la ruta de la trashumancia recorriendo las cañadas reales que eran las autovías de la época. Entre bajar, pasar el invierno y subir, pasaban ocho meses fuera de casa. Una vida muy dura a la que Carmelo quería rendir homenaje.

Así que con dos amigos planteó la aventura. Iban a recorrer a caballo la misma ruta que los pastores trashumantes. Él está acostumbrado a estas aventuras. No es la primera que realiza. Ha cruzado los Pirineos del Atlántico al Mediterráneo con esquís, ha recorrido Cuba de punta a punta en bicicleta, hace carreras de orientación y espeleobuceo. Su trabajo tampoco es tranquilo. Es bombero en Pamplona , donde vive.

Pero lo que no había hecho nunca es montar a caballo. Así que empezó por ahí. En mayo de este año empezó a hacerlo en un club hípico y en julio él y sus compañeros llevaron los caballos al Pirineo navarro y empezaron a montar todos los días. Como los animales estaban allí, ese fue el lugar en el que comenzaron su periplo el 8 de septiembre.

Dos bomberos y un electricista

Partieron Carmelo, de 51 años; un compañero bombero de 58 ; y un amigo electricista de 63 . Tres monturas y un animal de carga. Sus dos compañeros llegaron hasta Fuentidueñas, en Toledo . Carmelo siguió adelante, quería completar la ruta de su padre y sus abuelos. Ellos llegaban hasta Ciudad Real y ahí, según estuvieran los pastos optaban por Extremadura o Andalucía, donde alquilaban tierras para que sus ovejas pasaran el invierno. Carmelo llegó hasta La Campana donde estaba la finca en la que su padre pasó varios inviernos con las ovejas. Un total de 1.050 kilómetros en 36 días a razón de 30 kilómetros diarios.

Ya que estaba, pensó seguir hasta llegar al mar, a Sanlúcar , pero tras salir de La Campana pasó dos días muy malos. Mareos, dolor de cabeza y debilidad. Así que llegó como pudo al centro de salud de Carmona donde lo atendieron. Tenía una insolación, el sol le había castigado mucho en los últimos días, tenía baja la tensión y el azúcar, necesitaba recuperar fuerzas. Él y los caballos .

En el propio centro de salud se movilizaron le buscaron un lugar donde alojarse y localizaron al director del club caballista de Carmona Antonio Luis Martín , para que los animales se pudieran quedar en las instalaciones y reponerse allí. Los miembros del club le han atendido los días que ha pasado en Carmona haciendo gala de solidaridad ecuestre.

A pesar de haber pasado un par de días malos, Carmelo cuenta su periplo como una experiencia única. Dormía en el campo raso, en un saco de dormir y recibía la ayuda de la gente de cortijos y casas de campo que encontraba. Él solo pedía agua y paja para los caballos «pero todo el mundo me daba también embutidos para mí», cuenta. Y constata que la gente humilde se ha portado mejor que los propietarios de grandes fincas.

Ha pasado calor y se ha mojado. El verano ha sido seco y había poca agua. Ha tenido que rescatar a la yegua de carga para que no se ahogara. Cruzaban un río estrecho en Masegoso de Tajuña, en el que nada hacía presagiar que iba a tener profundidad para que el animal perdiera pie. Carmelo se tiró al agua la agarró y la condujo río abajo hasta un vado en el que pudieron salir.

Al día siguiente volvió a pasarle lo mismo al sufrido animal y su jinete de nuevo fue al agua. Y los tres compañeros tuvieron que soportar una monumental « bronca» de tres señoras mayores por dar de beber a los caballos en la pileta de un pueblo. En su periplo ha contado con la ayuda desde la distancia de su padre. Cada día por teléfono le contaba el tramo que iba a hacer y él le decía lo que iba a encontrar y los sitios en los que tenía que tener cuidado «hasta de las piedras en las que podían tropezar los animales se acordaba», cuenta.

Su camino es precisamente una reivindicación de los merineros que durante siglos recorrieron con sus ovejas las cañadas reales dando lugar a una forma de vida que tiene en la generación de su padre sus últimos testigos. Una cultura que impregnó a pueblos como el suyo que también influyó en Sevilla, destino de invierno de muchos de sus rebaños.

El reencuentro de Carmelo con su padre seguro que dará para largos ratos de charla, compartiendo el orgullo mutuo de padre e hijo.

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