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Lebrija

De China a Lebrija gracias a la Alta Escuela de equitación

El jinete José Antonio Ruiz enseña técnicas de Alta Escuela, Doma Clásica, Doma Vaquera, y Rejoneo en su cuadra de la finca La Ilusión

José Antonio Ruiz con el caballo «Basilio», un holsteiner alemán que quiere convertir en semental de cría ALEJANDRO HERNÁNDEZ

ALEJANDRO HERNÁNDEZ

Lejos del origen de la alta escuela como una de las ramas más antiguas de la equitación, cuando a partir del siglo XVI la caballería deja de ser la principal arma de ataque en las batallas y aparecen las primeras escuelas en las que se enseña al caballo el arte de la guerra y ejercicios para salvar la vida del jinete, en el sosiego de la campiña lebrijana, en la finca La Ilusión, José Antonio Ruiz , un joven de 30 años de edad, desarrolla su trabajo como jinete de alta escuela , que además domina las técnicas de la doma clásica, la doma vaquera y el rejoneo, enseñanzas y preparación de caballos y jinetes que combina con su proyección internacional como profesional de la hípica.

Ruiz trabaja en tierras de Lebrija, su ciudad natal, en su cuadra privada desde 2015 cuando regresó después de cuatro años de trabajo en el Heilan Equestrian Club, de la ciudad china de Xinqiao , la escuela de equitación más grande del país asiático y una de las mayores del mundo, en la que fue profesor, encargado de los caballos ibéricos y director del espectáculo que presentaban. «Me fui a China para dos meses y acabé trabajando cuatro años», comenta José Antonio Ruiz a ABC de Sevilla.

El jinete lebrijano recaló en Xinqiao tras una formación de siete años en la Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre (REAAE) , con sede en Jerez, y después de dos años «trabajando duro» en Navarra con el rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza «donde aprendí sobre rejoneo y otras técnicas de equitación». Durante su período de formación en la REAAE, con 18 años de edad, presentó en verano en Noruega y Suecia el espectáculo ecuestre «Levade». También ha trabajado en Francia y Portugal «y me he recorrido toda España».

Después de una mala experiencia por no poder llevar a cabo el proyecto de una escuela ecuestre en Lebrija, «para la que ya había adquirido una finca, pero por temas políticos y burocráticos no llegó a buen fin y que de momento he descartado», decidió instalar su cuadra privada en su tierra y ahora prepara seis caballos de pura raza española, pura raza lusitana y de la raza alemana holsteiner .

Por la cuadra de la finca La Ilusión pasan jinetes y aficionados de Costa Rica, Colombia, Suiza, Francia y México «para aprender a ser profesionales del mundo del caballo», explica el jinete, «para preparar lo exámenes de acceso a la real escuela, que son muy complicados, o para perfeccionar su técnicas en alta escuela, doma clásica y vaquera, rejoneo o comenzar a aprender las bases de la equitación, sin descartar la preparación de caballo y jinete para la competición menos en saltos».

«Aquí se vive bien, pero me gusta viajar», apunta Ruiz, argumento con el que justifica que cada dos meses viaje a Ginebra, en Suiza , «donde tengo 25 alumnos de clubes hípicos que organizan clinics específicos y donde, además, hago el seguimiento de los caballos desde hace dos años». En esta línea de trabajo en el extranjero el futuro se le presenta prometedor al jinete lebrijano: «Me están saliendo ofertas fuera que por ahora estoy rechazando, pero que cada vez son más suculentas, principalmente en Dubái, China, Costa Rica y Nicaragua ».

«Mi trabajo se centra mucho en el caballo, tanto a nivel psíquico como físico, al que preparo como si de un deportista de élite se tratase», explica José Antonio Ruiz que considera que la equitación «es más un arte que un deporte , porque es cuestión de sentimiento más que de competición , que muchas veces se hace a costa de la salud del caballo». A pesar de esta máxima, Ruiz no descarta competir a nivel nacional o internacional «si me llega un caballo bueno para la doma clásica o la alta escuela». Actualmente cuenta con un ejemplar lusitano de 7 años que podría competir, «me lo regaló Pablo Hermoso de Mendoza cuando tenía seis meses y ahora tiene la agresividad propia del caballo torero».

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