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Tribunales

Condenado a 28 años de prisión el asesino de la hija de la cantaora de Lebrija Juana Vargas

El exmarido de María del Castillo acabó con su vida porque no aceptaba la separación ni que iniciara una nueva relación

Manuel Rodríguez sale de la sala de vistas durante una de las sesiones del juicio EFE/ Raúl Caro

SILVIA TUBIO

La presidenta del tribunal que ha juzgado al asesino de María del Castillo Vargas , hija de la cantaora lebrijana Juana Vargas , ha dictado sentencia, fijando una pena para el procesado de 28 años y medio de prisión . La sentencia se ha dado a conocer este jueves después de que el jurado popular declarara a Manuel Rodríguez , de 41 años, culpable por unanimidad. Un veredicto que se pronunciaba el pasado 8 de noviembre.

La presidenta no entra a valorar los hechos ya analizados por el tribunal sino a ajustar las penas acorde a las circunstancias que han sido consideradas probadas durante el juicio. La pena impuesta de 28 años y medio por los delitos de asesinato , allanamiento de morada, maltrato habitual y quebrantamiento de condena es muy parecida a la que reclamaban tanto la Fiscalía como las acusaciones , que solicitaban 31 años de prisión.

Este crimen machista , que cerró la fatal estadística de mujeres asesinadas en la provincia de Sevilla en 2015, ocurrió en la madrugada del 9 de diciembre. Aquella noche, según reza la sentencia que acaba de dictarse, Manuel se coló en la que fue su vivienda hasta la separación, trepando por la fachada y colándose por una ventana.

Ya en el interior sorprendió a María del Castillo, que entonces tenía 37 años, durmiendo en el salón. Inició una discusión con ella porque quería mirarle el móvil para verificar que había iniciado una nueva relación sentimental. La golpeó, la agarró del pelo hasta arrancarle varios mechones y fue a por un cuchillo de cocina.

Un sufrimiento extremo de la víctima

María del Castillo trató de huir descolgándose por un balcón, pero Manuel Rodríguez le dio caza ya en la acera. «El agresor apuñaló a la víctima delante de ella y muy probablemente encima de ella, concretamente de frente y encontrándose ésta en el suelo». Según la sentencia, que recoge el testimonio de los forenses que declararon en el juicio, María del Castillo «lo único que hacía era mover la cabeza y la cara , de ahí las múltiples lesiones en cara, cabeza y cuello». Los médicos contabilizaron en el cuerpo de la fallecida unas 40 heridas por arma blanca, treinta de las cuales se encontraban en la zona superior.

La sentencia recoge que Manuel actuó con alevosía, ensañamiento y que concurre en su caso la agravante de parentesco. Sobre el sufrimiento que padeció María del Castillo, éste tuvo que ser extremo a juicio de los peritos. Así lo subraya en su sentencia la magistrada: «El sufrimiento de una persona que ve y siente cómo la están apuñalando de forma reiterada y hasta en 40 ocasiones, y que está notando cómo pierde de forma progresiva la vida sería de diez» (dentro de una escala de uno a diez).

El mensaje que le mandó uno de los hijos a María del Castillo antes de morir: «Papá me ha dicho que cualquier día va a entrar en el bar, va a coger un cuchillo y te corta el pescuezo»

María del Castillo denunció a su expareja en dos ocasiones por malos tratos y dos meses antes de morir inició los trámites de separación tras una larga relación de décadas con su maltratador con quien tuvo dos hijos de once y siete años . El condenado también hizo partícipe a los pequeños de las amenazas con las que trataba de atemorizar a su exmujer.

En el juicio se expuso la transcripción de un mensaje que le mandó uno de los menores a su madre poco antes de que fuera asesinada. En él trataba de advertirla : «Papá me ha dicho que cualquier día va a entrar en el bar, va a coger un cuchillo y te hace así con el cuello, te corta el pescuezo ».

En la primera sesión del juicio, Manuel ofreció una versión exculpatoria surrealista , culpando a la víctima de haberse autolesionado al forcejear con él. Al finalizar la vista oral y aprovechando su alegato final, dijo que estaba arrepentido. Fue el único momento que mostró algo parecido a la culpa.

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