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ÉCIJA

La Junta estudia declarar BIC el «skyline» de Écija, con sus once torres y veinte espadañas

Salvaguardará su horizonte e impedirá que cualquier edificio, por su altura o características, lo altere

Vista del horizonte de Écija desde el cerro de San Cristóbal A.L.

ÁNGELA LORA

Más de 90 campanas cuelgan desde las alturas de Écija: tañen en las 11 torres y 20 espadañas que, salpicadas por el casco urbano, crean un paisaje único en Andalucía, reconocible desde cualquier ángulo desde el que se llegue a la ciudad sumida en el valle del Genil.

Con el ánimo de que esta famosa estampa (Écija es conocida como la «ciudad de las torres»), perdure, el gobierno municipal ha lanzado una propuesta a la Consejería de Cultura : declarar Bien de Interés Cultural (BIC) el horizonte de Écija, esto es, proteger bajo esta figura la imagen de conjunto de sus torres y espadañas para que nada puede alterarla a lo largo del tiempo .

Cultura ha mostrado su entusiasmo con la idea y el Consistorio ecijano ya trabaja en ello, con la idea de poder presentar una propuesta en firme tras el verano. «Es una idea absolutamente original que no se ha hecho en ningún sitio» , afirma el delegado de Urbanismo, Sergio Gómez, quien explica que con esta iniciativa «protegeremos la imagen de la ciudad y a los inmuebles que afecta sin secuestrar el municipio ni entorpecer la actividad urbanística».

Así, una vez declarado BIC el «skyline» de Écija , quedaría prohibido construir edificios por encima de las torres que rompieran la vista del horizonte, lo que blinda a todo su Conjunto Histórico Artístico, que, precisamente celebra ahora los 50 años de su declaración.

Las 11 torres de Écija definen inequívocamente la silueta de la ciudad. Su valor fue reconocido en los años 90 con la firma de un protocolo entre el Ayuntamiento y la Consejería de Cultura por el cual la Junta se comprometía a realizar y financiar su restauración, mientras que el Consistorio se hacía cargo de su nueva iluminación artística.

Gracias a este acuerdo, se restauraron todas, a excepción de las de la parroquia de Santa María, la de Santo Domingo y Las Gemelas , la cual, además, se vio afectada por la caída de un rayo en el año 2014. No se tiene previsto, por el momento, continuar con la restauración de las citadas torres en virtud de este convenio. En cuanto a la iluminación, actualmente apenas la mitad de ellas pueden contemplarse encendidas por las noches.

Pero, si la protección de las torres y espadañas se antoja necesaria, aún guarda la ciudad otro asunto pendiente con sus torres:la apertura al público. A pesar de su presencia indiscutible, lo cierto es que sólo un par de ellas,la de la iglesia de San Juan y la de la parroquia Mayor de Santa Cruz , son visitables, previo permiso.

Sin embargo, tal y como opina la doctora en Arquitectura, Montserrat Díaz Recasens, autora de la primera tesis universitaria sobre las torres de Écija, «sin comunidad que las apoye, ni iglesia que las considere símbolo necesario, con la única función de campanario, puede que las torres no encuentren un argumento que las mantenga» . La única opción es «conseguir que la sociedad se vuelva a identificar con ellas al conocer los secretos y valores que cada una atesora».

Puede decirse que el uso de las torres en el municipio es el mismo desde el Barroco : meramente religioso a través del tañido de sus campanas como aviso para oficio de misa, muy lejos de la promoción turística o el simple conocimiento por parte de la población .

En «La torre. Génesis y evolución. Particularización en las once torres de Écija», Díaz Recasens , responsable de la restauración de la torre de San Juan , estudia cada torre de la ciudad, y concluye, que una de sus características más interesantes son sus «impresionantes espacios interiores, cada uno con personalidad propia»: la neoclásica de Santa Bárbara, la más alta de Santa María o la madre de todas, la única desde la que se ven todas las demás, la de la parroquia mayor de Santa Cruz.

La lucha entre los estilos barroco y neoclásico de sus torres es exportable al propio carácter de la población, como pugna «entre tradición y modernidad» que sigue vigente en la ciudad desde fin del XVIII y le da un «valor singular definiendo su idiosincrasia».

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