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Personajes

«El Navero», el aroma utrerano de los pescaderos de toda la vida

Este utrerano lleva más de dos décadas atendiendo a sus clientes en su establecimiento de la calle Sevilla

Manuel atendiendo a sus clientes en su pescadería/ A.F.

Alberto Flores

Caminando por la calle Sevilla es prácticamente imposible no escuchar la profunda e inconfundible voz de Manuel Piña Suárez, más conocido en la localidad como «El Navero». En los raros momentos en los que no hay nadie en la pescadería, Manuel no duda en salir a la calle en busca de los rayos de sol de los últimos días del invierno y abordar a los viandantes, explicándoles que no pueden perder la oportunidad de comprar las acedías que ha traído hoy o pidiéndoles que no se vayan sin probar las gambas frescas que tiene.

La profesión de tendero la lleva este utrerano grabada a flor de piel, ya que como él mismo explica, « cuando tenía unos siete años, hacía la 'gachona' y me iba a la plaza de Abastos donde mi abuelo vendía pollos y gallinas y me quedé prendado de ese vocerío y de ese ambiente. Es una pena que hoy en día la plaza de Utrera no funcione, la hermandad que había entre los comerciantes que allí vendían sus productos era algo muy bonito».

Manuel es un hombre hecho a sí mismo y que ha realizado incursiones en numerosos campos profesionales para capear las dificultades de los tiempos.  Con 15 años se marchó a trabajar a Mallorca en el mundo de la hostelería, y confiesa que «mandaba todos los meses gran parte del sueldo a mi madre, porque eran tiempos de mucha necesidad, en mi casa dormíamos siete u ocho en un mismo cuarto». En cualquier caso su auténtica vocación se ha centrado siempre en el mundo de la pescadería , ya que cada vez que entraba en una plaza o en un mercado, sentía algo distinto.

Desde hace 22 años, gracias a su pescadería, «El Navero» se ha convertido  en un personaje imprescindible en la calle Sevilla y que adereza con sus especialidades marinas los buenos ratos que muchos utreranos pasan en las instalaciones de la taberna Gómez Mier. Los dos establecimientos se han fundido en una especie de simbiosis, ya que al estar permitido en la taberna el consumo de comidas del exterior, son muchos los que acuden a la pescadería de Manuel para comprar unas gambas, unos mejillones e incluso algo de pescaíto frito.

El día a día de un pescadero no es nada sencillo, sobre todo a causa de los horarios a los que tienen que comprar la mercancía. Durante muchos años Manuel se desplazaba hasta las localidades de la costa gaditana para adquirir el mejor género, algo que ha decaído en los últimos tiempos debido a que estos mercados cada vez tienen menos pescado a consecuencia de las políticas de pesca de la Unión Europea. A las tres de la madrugada suena el despertador de este utrerano , ya que a las cinco de la mañana tiene que estar en las instalaciones de Mercasevilla para comprar el mejor pescado. «Esto hay que llevarlo en la sangre, de todas maneras después de tantos años se puede decir que el cuerpo ya está hecho, además si quieres traer el mejor género, hay que madrugar. Cuando voy para el mercado por las mañanas voy medio dormido, pero nada más que entro por la puerta y veo el movimiento, me voy viniendo arriba», explica el utrerano.

Este utrerano ha estado siempre muy unido a la figura de su abuelo, Manuel Suárez Vargas , de quien heredó su apodo y al que ha idolatrado desde muy pequeño, aunque realmente era su abuela Ana Navero, quien se dedicaba la venta ambulante y que se trasladó desde su Málaga natal a Utrera, la que terminó dándole el apodo a él, a su abuelo y a sus hermanos.

En el mostrador de la pescadería es posible encontrar muchas variedades de pescados y mariscos, que Manuel despacha con el arte y maestría de los mejores profesionales. Después de tantas horas entre aletas, espinas y conchas, este utrerano solo necesita ver unos segundos un pescado para comprobar si está fresco o cuál puede ser su sabor: «a mí lo que me gusta es que el pescado me hable» , explica misterioso. Y es que Manuel es buen conversador y con el paso de los años ha sido capaz de crear una gran familia con todos sus clientes, que no quieren ni pensar que la pescadería pueda echar el cierre, por eso el utrerano asegura que «tengo que agradecer mucho a mi clientela, que es la que me ha dado el pan a lo largo de todos estos años, un pan que me he ganado con mi sudor y mi trabajo».   

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