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Domingo de pentecostés

Toda la aldea pendiente de su momento

Mucha asistencia en el Pontifical, donde el obispo de Huelva pronunció una homilía de contenido social

Toda la aldea pendiente de su momento J.M. Serrano

javier azcárate

Los tiempos van marcando el final de la romería pero el acto central del Rocío aporta la verdadera esencia de los peregrinos. A las diez de la mañana, con el cielo prácticamente cubierto, el rito volvía a marcar el inicio de la celebración de la misa. El orden y la pulcritud en el trato de la Hermandad Matriz de Almonte hacia todas sus filiales daban paso a la llegada de todos los simpecados, llegados desde todos los puntos cardinales de nuestra geografía europea.

Especialmente emocionados llegaban los representantes de la junta de gobierno de la hermandad de Bruselas. El Rocío del cielo se contemplaba entonces desde las terrazas de todas las casas de esta plaza donde se coronara canónicamente la Blanca Paloma. Sucedía así porque al tiempo que accedían al recinto los presidentes y hermanos mayores de las filiales este lugar se llenaba de devotos. A pesar de la temprana hora para lo que supone la celebración festiva de la romería más grande de España, miles de personas asistieron a la eucaristía.

El obispo de Huelva, José Vilaplana, presidió el Pontifical. Le acompañaba en esta ocasión el prelado de Asidonia-Jerez, José Mazuelos, el párroco de Almonte, Antonio Cepeda y el vicario parroquial, Jaime Jesús Cano, además de los directores espirituales de todas las hermandades.

El altar componía una bella imagen con el colorido de los simpecados y el coro de la filial de La Línea de la Concepción alternaba con esmero tradicionales composiciones rocieras con temas bellísimos que aportaron emoción a las profundas palabras pronunciadas, como es tónica general en él, por Vilaplana. El secretario del obispo onubense ha sido ordenado diácono permanente por lo que Amador Morales fue el encargado de proclamar el Evangelio con la secuencia de Pentecostés.

De carácter muy social fue la homilía del pastor de esta diócesis de Huelva. Sin dejar de referirse al quinto centenario de Santa Teresa de Jesús, a la persecución de los cristianos en el mundo e incluso a las elecciones, al ser ayer jornada de votaciones para los ayuntamientos andaluces y para las autonómicas en la mayor parte de comunidades de España. José Vilaplana hizo una llamada urgente a la transformación moral de «esta sociedad tan compleja a través del perdón y la misericordia». Tuvo muy presente al papa Francisco cuando se refirió a la renovación de la Iglesia y de nuevo reclamó a la gran familia rociera su protagonismo en esta tarea. Para ello utilizó las «penas y sufrimientos» que estos días traen ante la Reina de las Marismas los peregrinos. Pero también puso como ejemplo de fraternidad cristiana la alegría del Rocío y estableció un bonito símil que trajo al corazón de todas las personas el dolor de los perseguidos en Irak. De ellos dijo que les habían quitado todo, «su hogar, su familia, su tierra pero tenían a Dios».

La misa continuó cuando las primeras gotas de lluvia, muy tímidas y a las que siguió el sol, aparecieron en la aldea. La protestación de fe, pronunciada por el secretario de la corporación Matriz, Santiago Padilla Díaz de la Serna, trajo al altar a todos los hermanos mayores, alguno como el de Fuengirola con corbata, los más con trajes de corto y ellas todas de flamenca. Todos juraron defender la fe cristiana hasta derramar, si fuese necesario, la sangre. Finalizó el acto principal pero falta lo más esperado, la procesión de la Virgen del Rocío.

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