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Mi primer camino

El Rocío 2018: El camino se llama Pilas, por Francisco Robles

No hacemos el camino porque es el camino quien nos hace: vivir es caminar para encontrarnos a nosotros mismos

La carreta de Pilas en su salida por las calles del pueblo J. M. SERRANO

FRANCISCO ROBLES

De la mano caminas hacia el gozo, buscándote en el nudo de los dedos. El día empieza con el contraluz recortando la sombra de la plata. Las ocho en los relojes de la calle que sirve de camino a la carreta. El sol se despereza en los tejados. Recoge el Simpecado a los devotos que pronto serán sus peregrinos. Repica el bronce viejo entre cohetes. 1650 en el bordado. Le vuelven la carreta al Consistorio. Al paso por la ermita de Belén, los bueyes desafían la escalera. Nos da el tamborilero una pulsera. El sol le saca esquirlas a la plata, bañando el colorido de las flores que anticipan el campo junto al templo. El pueblo está en la calle, soberano. Los pétalos despiden la carreta en la frontera imprecisa del campo. Voces del pueblo cantan a la Virgen. Se acompasa la luz a las estrofas. El plástico protege al Simpecado del polvo que ya busca suspenderse en el aire sin mácula de mayo. Se anudan las medallas imposibles, amarga la maroma del ausente. Y suena Aurelio Verde en esa flauta que canta sus poemas sin cantarlos, suprema aspiración de los poetas que escriben en la mente del lector.

Barroco es el paisaje del olivo. Las flores del esquimo son aceite igual que la promesa de quien sigue la plata del cajón tan repujado. Caballos refugiados en la sombra. Blancura y buganvilla peregrinas le ponen el color a la mañana. Las flores más silvestres pespuntean cunetas puntillistas y amarillas. El cielo es la patena donde Dios oficia los misterios de la luz. El sol es el señor de las medallas que brillan en los pechos protegidos. El cronista la lleva con su nombre grabado por la mano de una amiga. En la mano, la vara y el sombrero de quien nos trajo aquí por vez primera. La sombra es el deseo de quien busca frescor bajo este fuego contenido. Romero que arrancaron esas manos tan dulces, femeninas, delicadas.

El Ángelus detiene la carrera. La sombra reconforta al peregrino bajo el aroma a menta y eucalipto. El trino de los pájaros se mezcla con la Salve que cantan los romeros. El hombre recupera su lugar. Naturaleza y Dios en la fusión de Quien le da alegría a nuestra vida. Los vivas a la Virgen son la clave que busca quien se adentra en el misterio. De pronto comprendemos el error. En esta romería no es el hombre quien hace su camino al caminar. Es justo lo contrario y ya lo sabes. Aquí, en este camino, estabas tú. Te encuentras a ti mismo en el sendero. La suprema lección de la existencia en la universidad de la hermandad que ya te está enseñando a caminar. De Pilas al Rocío la distancia es lo menos. Porque te has encontrado y tú lo sabes.

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