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los agujeros de la política social

Dependencia: tragedias tras un eslogan

Tres años esperando de la Junta el dinero reconocido por la Ley de Dependencia para su hijo discapacitado han terminado por agotar a una madre que anuncia una huelga de hambre

Dependencia: tragedias tras un eslogan rocío ruz

EDUARDO BARBA

A varios kilómetros del boato, los escoltas y los trajes del Palacio de San Telmo, donde se abría en la mañana de ayer «un tiempo nuevo para Andalucía» basado en la «igualdad y la ayuda a los más desfavorecidos», en el extremo este de la capital andaluza, una madre desesperada anunciaba a un periodista, agarrada con fuerza a la mano de su hijo, que no le queda otra que ponerse en huelga de hambre. Una medida agónica a la que se ve obligada para que la Junta de Andalucía le dé una respuesta, la atienda y haga realidad un derecho adquirido hace más de tres años. Fue entonces, en julio de 2010, cuando la Delegación en Sevilla de la Consejería de Igualdad y Bienestar Social —ahora con nuevo maquillaje nominativo para cubrir las arrugas— reconoció a María del Carmen Aranda el grado III de gran dependencia para su hijo, con el 65% de discapacidad reconocida, así como «los servicios y prestaciones que le corresponden». Miguel Ángel, que por entonces tenía 11 años y ahora suma ya 14, tenía el teórico respaldo de la famosa Ley de Dependencia, que desgraciadamente ha pasado a ser para sus padres «un simple eslogan político, una pose, un cartel vacío».

Tres años han pasado. Tres. En estos tres años, Susana Díaz, por ejemplo, ha pasado de ser secretaria del PSOE sevillano y secretaria de organización del PSOE-A a senadora, luego consejera de Presidencia y ahora ya la flamante presidenta de la comunidad autónoma. Pero este tiempo de ascenso y pujanza para unos ha sido en casa de Miguel Ángel, simplemente, una etapa baldía y de lento desgaste de la familia. Ni un avance en la tierra de la «igualdad y los desfavorecidos». María del Carmen tiene ya reconocida la incapacidad total por múltiples problemas de salud, desde diabetes hasta cardiopatía o problemas de riñón. Su marido, Miguel Ángel, acaba de pasar a engordar la penosamente extensa lista de parados de este país. Desde el mes que viene cobrará lo que le corresponda de paro. Hasta entonces, los ingresos familiares se limitan a los 590 euros mensuales que recibe ella por su invalidez y los 500 euros por semestre —83 euros al mes de media— que se perciben desde las arcas estatales por tener un hijo minusválido al cargo. Sólo la hipoteca se lleva 470 euros y otros 120 la comunidad. Con un menor gran dependiente al cargo, cuadrar las cuentas de casa es algo más que un milagro. Ylos trucos de magia se agotan.

Esta turbulenta subsistencia no parece importar demasiado a la Junta de Andalucía, que, según explica María del Carmen, «lleva tres años dándonos largas y mostrando poquísima sensibilidad con el caso de mi hijo». A Miguel Ángel le corresponden poco más de 300 euros mensuales, por lo que indica su madre, pero «cada vez que me presento en la Junta o llamo simplemente me dicen que la Ley de Dependencia está parada y que como yo hay mucha gente. Eso cuando no me dicen que el señor que me debe atender está desayunando o, como hoy, que me han dicho que están en pleno cambio de Gobierno y ahora no puede ser. ¿Ycuándo puede ser? ¿Cuándo?».

«Ni para yogur»

Por ello, esta madre a la que la realidad empieza a aplastar ha decidido que va a optar por la huelga de hambre, lo que en su caso «significa un peligro enorme» por ser diabética y padecer no pocos achaques. «Si tengo que hacerlo, lo haré, porque nadie nos escucha y no podemos más. Mi hijo necesita unas atenciones, unos pañales, un gel especial... y ya no tenemos ni para comprarle yogur. Estamos pidiendo lo que nos corresponde, que para la Junta no son más que las migajas, pero ni eso nos dan por mucho que se les llene la boca de hablar de los necesitados».

En este sentido, María del Carmen recordó que hace ahora un año, en la inauguración del centro para discapacitados de San Juan de Dios, en Alcalá, paró personalmente a José Antonio Griñán para trasladarle el caso de su hijo. «No iba a tener muchas oportunidades y me lancé —explica—. Él se detuvo, me oyó, levantó la mano en plan superjefe y aparecieron por allí cinco o seis asesores para tomar nota a su orden. Y me dijo que no me preocupara que mi tema no caería en saco roto. Pero el saco ha debido romperse porque siguen sin atendernos ni pagarnos y él ya se ha convertido en senador...». «Se hace mucha propaganda con los más necesitados pero luego hay mucha mentira. Hace varios años fui al SAE a pedir una ayuda para parados de más de cinco años y me dijeron que no; y que me la hubieran dado si fuera una mujer maltratada o inmigrante... Así estamos. Y mientras, mi hijo sigue esperando que alguien nos eche una mano».

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