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el barrio se construyó hace más de 50 años

Los Pajaritos o la necesidad de sobrevivir

La pandemia del paro, la marginalidad, la droga... Muchos enemigos en la lucha por rescatar aquel barrio de origen obrero

Los Pajaritos o la necesidad de sobrevivir kako rangel

EDUARDO BARBA

El barrio de Los Pajaritos es el mejor ejemplo de zona de Sevilla que ha ido degradándose en los últimos lustros hasta parecerse peligrosamente a conocidos puntos marginales como las Tres Mil Viviendas. Así viene ocurriendo con El Cerezo, La Oliva, Torreblanca, La Candelaria... pero sobre todo con Los Pajaritos, epicentro de las preocupaciones del Plan Integral Tres Barrios y sector en el que las administraciones intentan volcar sus (escasos) recursos para revertir la situación. Como, por ejemplo, se está haciendo con e l derribo de antiguos edificios para trasladar a las familias de más de 500 viviendas a nuevos inmuebles cercanos a la barriada, que desde hace unas semanas ya son hogar de algunas de las familias. Esa es una faceta básica del Plan Integral, los nuevos domicilios, pero la base está siendo —como marca el sentido común— la de la educación. Formar para generar oportunidades en un lugar donde precisamente eso es lo que más escasea. Y de ahí a la marginalidad, el paso es muy leve. Terriblemente leve.

Más de medio siglo después de su construcción, vinculada a la fábrica de contadores, sus calles siguen mostrando ebullición. Como casi siempre. Este barrio obrero, de pequeñas viviendas estrechas, de tortuosas escaleras, siempre ha palpitado con fuerza. La que confiere la necesidad de sobrevivir. Pero el ambiente dista mucho de ser aquel de décadas anteriores. La degradación paulatina ha convertido a Los Pájaritos ya no en un paradigma de la famosa crisis. Es, sencillamente, un retrato de la miseria en muchas de las esquinas, de los patios, de los portales . La raíz industrial se olvidó. Las fábricas se marcharon en los 70 y la crisis empujó a los vecinos a buscar trabajo lejos del barrio, lo que conllevó una importante transformación de sus pobladores. Los nuevos residentes procedían de asentamientos chabolistas y su falta de experiencia de vida comunitaria, en bloques con más vecinos, provocó los primeros problemas de convivencia. Que han ido creciendo hasta llegar al temible punto actual. Cercano al punto sin retorno.

Ha llegado mucha gente nueva al barrio carente del arraigo que caracterizaba a los núcleos tradicionales. Entre ella, muchas familias gitanas de las Tres Mil que huyeron del Polígono Sur por conflictos y que se han asentado aquí. Algunos han normalizado su estancia, pero otros no. Y eso ha deteriorado bastante el escenario en los últimos años y creado una especie de microcosmos del que resulta difícil salir.

Además de la variación poblacional, en los 80 vino a sumarse otra gran lacra, la de la droga. Fernando, un educador del barrio, dice que «ahora existen problemas de drogas, pero son menos, o menos visibles, desde luego. Lo que pasa es que la inseguridad es la misma o más porque a ello se ha unido un nivel de marginalidad mayor que entonces. En los 80 la droga convivía con una población que en su amplia mayoría estaba integrada, no vivía desplazada. Pero ahora el porcentaje de gente que vive apartada, sin recursos y sin opciones, es mayor que entonces».

El reto, con todo, es colocar a personas en el mercado laboral . El desempleo en esta barriada está sobre el 35% y el paro juvenil es nada menos que del 67%. Sólo tres de cada diez jóvenes cuenta oficialmente como empleado. Película de terror. Se han puesto en marcha ahora nuevas medidas para intentar mejorar la llamada «inserción», como un código personal para los vecinos de esta zona en paro con el que en la oficina del SAE obtiene una preferencia cuando surge una oferta de trabajo. Que no son muchas. O un plan que se pondrá en marcha en octubre dotado con 10,5 millones para que el Ayuntamiento realice contrataciones de menores de 30 años. Todo en busca de una mínima experiencia laboral que abra algunas puertas.

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