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«Con mis padres en paro, pagar tres veces más por un idioma es imposible»

Estudiantes claman a la Universidad de Sevilla y a la Pablo de Olavide por la gratuidad de la acreditación del idioma, sin el cual no pueden obtener el título

«Con mis padres en paro, pagar tres veces más por un idioma es imposible» rocío ruz

c. aguilar / p. g.

Más de dos mil universitarios con todas las asignaturas del grado aprobadas y finalizadas no pueden obtener el título al no tener acreditado un idioma. El B1, la credencial que da fe de que el alumno maneja con relativa soltura además de la suya propia otra lengua, tiene en pie de guerra a los alumnos de la Universidad de Sevilla y de la Pablo de Olavide. El motivo: el costo que tiene para el estudiante la acreditación del B1, algo que tarde o temprano tienen que afrontar si desean obtener el título. ¿De qué cantidades hablamos? En el caso de los alumnos de la Hispalense, 168 euros por la matriculación en el idioma y 18 euros más por el derecho a examinarse –si tenemos en cuenta que una asignatura cuesta entre 60 y 80 euros, el estudiante tendría que pagar el triple por la acreditación del idioma–. La Pablo de Olvide va más allá, y exige el pago de 300 euros por la matriculación en el curso de idioma y 63 más para la prueba.

Así las cosas, el Movimiento de Acción Estudiantil (MAE) convocó este jueves una concentración frente al Rectorado de la Universidad de Sevilla para reivindicar la gratuidad del nivel B1 de idiomas que se les exige. Desde el MAE aseguran que el Plan Bolonia «contempla que los alumnos deben formarse en idiomas, pero no dice que sea obligatorio como requiere la Hispalense y la Olavide –afirma la portavoz de MAE, María Caballero–. El Consejo Andaluz de Universidades interpretó que sí lo era, dando vía libre a los centros a reclamar el idioma como una asignatura más». En 2009, antes de ponerse en marcha el citado Plan, las universidades, según asevera Caballero, se comprometieron a que el idioma tendría coste cero para los estudiantes. Sin embargo, dos años después, decidieron gestionar la acreditación del B1 a través del Instituto de Idiomas, incluyendo por un lado el pago de la matrícula y, por otro, el de derecho a examen.

La Hispalense puso a disposición de sus 60.000 alumnos sólo 600 becas

Pero, ¿cuál es el motivo por el que los estudiantes dejan para última hora la obtención del idioma? Primero se impone la cuestión económica y, segundo, la incompatibilidad para sacar adelante el curso natural y además el idioma. «Los recursos de la Universidad son pésimos. Algunas asignaturas de idiomas tienen horarios intempestivos, a las nueve de la noche, y a los alumnos que tienen que desplazarse a otros municipios se les hace un mundo, aparte del suplemento económico que supone el transporte», afirma Caballero.

Los alumnos de las distintas universidades están de acuerdo con la exigencia de un nivel de idiomas, pero sin que suponga una losa económica «más si cabe cuando las becas para ello escasean, tanto las generales como las del Instituto de Idiomas». En este sentido, la Universidad de Sevilla, para los 60.000 alumnos, puso a disposición de éstos un total de 600 becas, de las cuales, tal y como les transmitió en una reunión celebrada con la vicerrectora de Estudiantes hace dos semanas, «500 se quedaron muertas de risa». ¿Por qué? Desde el MAE apuntan a que estas becas no han sido publicitadas como debieran. Por todo esto, el MAE reivindica que «la primera matrícula del idioma sea gratuita, con derecho a dos convocatorias de examen» o, en cualquier caso, «que sea considerada, en términos económicos, como una asignatura más».

Para el rector de la Universidad de Sevilla, Antonio Ramírez de Arellano, –que ve esta protesta como una situación «sobrevenida»–, la acreditación del nivel de idiomas «no puede considerarse una asignatura más». Asimismo, contempla la problemática desde un plano más académico que económico, aludiendo a las iniciativas puestas en marcha por la Hispalense, como la convocatoria de ayudas, con 80 concedidas de 105 solicitudes, o la plataforma virtual de docencia con únicamente 30 matriculados. De igual modo, apuntó que de 2.754 alumnos que se han presentado en el Instituto de Idiomas para acreditar el B1, sólo han aprobado 812.

Pese a las diferencias entre alumnos y universidades, en el último mes se están llevando a cabo reuniones para llegar a un acuerdo de cómo abordar esta situación y dar una solución cuanto antes. «Gracias a las movilizaciones que estamos haciendo –dicen desde el MAE– para que el Rectorado empieza a escuchar el clamor de los estudiantes».

Cómo lo viven los estudiantes y sus familias

Muchos de los estudiantes que acudieron ayer a la llamada del MAE, se encontraban situaciones familiares difíciles que, un cargo económico más, supone una carga imposible de llevar adelante.

La familia de Adolfo Amaya –21 años, de Conil (Cádiz), familia numerosa, estudiante de 4º de Ingeniería Civil por la Universidad de Sevilla–, tuvo que tomar una decisión muy amarga dada la situación económica que viven en casa. «Mi madre está parada y vivimos de la pensión de mi padre –prejubilado–. Tengo un hermano mellizo, él estudiaba Filosofía, los dos vivíamos en Sevilla, lo que supone un gasto de alquiler y manutención. Mis padres no podían con el pago de las dos carreras y nos dijeron que uno de los dos tenía que dejar de estudiar. Mi hermano, que veía menos salidas a su carrera, decidió dejarlo». La matrícula anual de Adolfo es de unos 800 euros y mensualmente tiene un gasto de casi 500. «Vives en una constante preocupación por aprobar todos los créditos para que te den la beca. Este año no me la han concedido, igual que a muchos a los que nos cuesta un poco más aprobar todas las asignaturas –y refiriéndose al pago de la matrícula del B1–, no es fácil que, después de todos los estragos que se pasa para pagar la matrícula, encima te incrementen en cerca de 200 euros más por la acreditación del idioma»

«Mi familia ha salido adelante y puedo seguir estudiando porque me han concedido la beca», asegura Marieta Linares, una alumna de 20 años, de 2º de Sociología de la Universidad Pablo de Olavide. Obtener el certificado del B1 significa un desembolso de 363 euros, más de la mitad de lo que le cuesta al año su curso académico –alrededor de 600 euros–. «Mis padres han estado en paro año y medio, ahora han conseguido trabajo pero no es fijo. La situación es inestable y ya hacen malabares como para tener que afrontar un gasto más». Para ella, no es una «locura» que los alumnos exijan que se sufrague la acreditación del B1. «Si la enseñanza en las universidades públicas es un derecho, y como tal, un servicio público y subvencionado, debería ser gratuito y de calidad», manifiesta.

José Luis Sánchez, de 19 años también es alumno de la Pablo de Olavide. Cursa 2º de Análisis Económico y su grado, además de exigir el B1, piden el B2. Son cinco en casa y con un sólo sueldo asegura pasar ciertas dificultades que obligan a «apretarse el cinturón». «Los libros que necesito para la carrera me los descargo de internet o los fotocopio de un compañero, cómo le digo a mis padres que tienen que pagar 363 euros más por el idioma–1.200 en total, debido a que su matrícula anual es de unos 880 euros–, se hace muy difícil». En este caso, además, el alumno tendrá que pagar dos veces la matriculación del idioma, al necesitar un nivel superior –B2–.

El caso de Carmen Carbón, de 20 años –estudia 2º de Periodismo–, es muy similar al de Marieta. «Gracias a que me dieron la beca, he podido matricularme». Precisamente este mes, el padre de Carmen, cuyo sueldo era el único que entraba en casa, se ha quedado sin empleo y sin posibilidad de cobrar el paro. «Doy clases particulares que me ayudan a pagarme el transporte hasta la Universidad y poco más». Carmen vive en el barrio de Bellavista, es Sevilla, sí, pero tiene que coger a diario cuatro autobuses para ir y venir de la Facultad. «Encima no te dan becas de movilidad, y gasto unos 50 euros todos los meses en transporte». Carmen ve con indignación que se múltiple de una «forma bárbara» el precio de la matrícula en idiomas, algo que, como en el caso de estos chicos, se convierte en una carrera de obstáculos complicada de superar.

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