Hazte premium Hazte premium

El «mapping»: la Navidad contada por Mazinger Z

Agua y fuego se disputan la fachada del Ayuntamiento en una tempestad soñada por la niña Estrella, protagonista de una historia que acaba en Belén tras recorrer el Guadalquivir

El «mapping»: la Navidad contada por Mazinger Z juan flores

alberto garcía reyes

Un dragón gigante, que grita como el león de la Metro, echa fuego por la boca. Y al asomarse al pretil de la azotea del Ayuntamiento, la llama sale del edificio encogiendo a la gente y dando calor de verdad. Huele a gasolina, pero el efecto apabulla. El trabajo de Acciona en el «mapping» navideño es otra vez un asombro. Un ejercicio de ingenio que anoche enmudeció a miles de sevillanos, con lo que nos gusta aquí un jaleo. La historia de una niña llamada Estrella le da una vuelta a la Navidad muy inesperada. Sobre todo porque quien narra su sueño es una especie de robot todopoderoso que se parece tela a Mazinger Z. El de «puños fuera». Da susto. Porque es una especie de preparación para el dragón, un bicho malo que quiere destruir Sevilla y... No desvelemos el final.

La cuestión es que Estrella sueña en Navidad una tempestad que asuela la fachada plateresca de la Plaza de San Francisco. Primero el agua se lleva por delante las ventanas. El efecto es tan realista que la restauradora de ese monumento, Lola Robador, que estaba por allí, se tapó los ojos. «Ay, lo he pasado fatal». Y eso lo dijo sin que hubiera llegado el fuego. Ni el hielo que explota reventando los ventanales. Hasta que no crece la yedra por la pared y la niña se columpia no hay tranquilidad. Qué fatiga. Cae tanta agua que el Ayuntamiento se inunda. Vaya metáfora. Sevilla ahogada en trampas. Pero es que agua tiene que aparecer porque paga Emasesa.

De repente, un tiburón se come a la niña y ahí se despierta. La pesadilla del bicharraco se acaba. Vienen los Reyes Magos por detrás de la Giralda y todo lo soñado se convierte en un alegre regalo con villancico de coro rociero. Tarantán, cuando daban las siete no se cabía. «No dejéis de soñar como sueña un niño en Navidad», concluye Mazinger Z. Y chimpún. Doce minutos dura. Mucho menos tiempo del que se necesita para conseguir hueco en la plaza. Y mucho más de lo que tarda en quedarse todo vacío y que salgan los barrenderos a recoger los papelillos que emulan a las mariposas de felicidad de la pequeña Estrella. Conclusión: este año no nieva, ni, de momento, nadie dice «oooooh». Pero el «mapping», ahora literalmente, obliga al personal a echar fuego por la boca. Es caliente, caliente.

No hace frío cuando Mazinger anuncia el final y comienzan los fuegos artificiales. «A los niños les va a encantar», coincidía todo el mundo tras ver a la chiquilla avanzar en una carabela por el río. A los niños les va a gustar seguro, pero a los padres, con la bulla que hay, les va a quemar. Y sin necesidad de que el dragón habrá la boca.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación