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El Centro «El Cotarro» ha sido premiado por la junta

Los rostros de la superación en las Tres Mil

Jóvenes, mujeres y niños del Polígono Sur se convierten en ejemplo junto a los salesianos de Jesús Obrero

Los rostros de la superación en las Tres Mil abc

A.Florez

En el centro de la nada que es para el resto de Sevilla el Polígono Sur, donde el nombre de Las Tres Mil suena a poema crudo de delincuencia, drogas y marginalidad que sólo se publica cuando lleva el apellido de la muerte, los salesianos levantaron hace treinta y dos años la parroquia de Jesús Obrero, alrededor de la cual formaron un complejo, con el Centro Social Don Bosco —opción e inversión de la congregación salesiana inaugurada en 2011—, que viene a ser la comprobación palmaria de que frente a los ángulos ciegos de la sociedad hay quienes que son capaces de mirar por encima de los muros morales y físicos de la vergüenza, los que entre vías de tren y complejos fabriles continúan aislando a personas en guetos en pleno siglo XXI.

Al margen de los tópicos, realmente desgarradores, de la exclusión social, la parroquia y su proyecto educativo pastoral son una especie de faro para niños, jóvenes y mujeres que se benefician de la entrega del carisma salesiano, que se asentó en 1981 en la parroquia que el entonces cardenal Bueno Monreal les confió en las Tres Mil, como gran proyecto de la celebración de centenario de la llegada de la orden a Utrera. L

La predilección por los jóvenes pobres y abandonados de los discípulos de Don Bosco tenía en aquella zona deprimida el mejor material humano para llevar a cabo su obra. Con vistas al bicentenario de Don Bosco preparan un poso de acogida para jóvenes que cumplen 18 años y ya no atiende la administración, que se unirá a los tres que ya tiene la congregación en Sevilla.

Treinta y dos años después, el párroco, Francisco Vázquez Adorna, que considera que su parroquia es «muy original en un sitio muy original», en donde el acento se coloca en «la promoción de todas las personas y particularmente de los jóvenes, que están en nuestro ADN como respuesta de futuro y de esperanza para la sociedad».

Sin duda, la parroquia y el Centro Don Bosco, con sus dos líneas de actuación: la evangelización y la acción social, se han convertido en referente de la zona, con sus clases de apoyo, en las que se atiende a alrededor de un centenar de niños, como José Manuel y Marta, de 17 y 16 años, que mientras reciben clases de dos de los profesores jubilados que colaboran con el proyecto, Antonio Vargas y Francisco Farfán, y que hablan ya de su crecimiento como personas.

Grandes iniciativas son también los talleres de alfabetización de adultos, de trabajo manual, de cerámicas, de reciclado de ropa con su tienda, la farmacoterapia, la atención psicológica, el asesoramiento jurídico, la pastoral de la salud, sin dejar a un lado las actividades de tiempo libre y ocio o un programa de radio (108.0 F.M.), que puede escucharse, además de en el Polígono Sur, en Bami y parte de Sevilla Este... o el Centro Juvenil «Cotarro» ha sido premiado este año en 14ª edición del Premio Andaluz del Voluntariado de la Junta, un galardón que para los salesianos significa el reconocimiento a la totalidad del proyecto.

Es algo así como la joya de la corona de este asentamiento salesiano que ha ido extendiéndose y atrayendo a los vecinos más jóvenes de las Tres Mil y a sus madres. Más de quinientas personas se acercan al amor de la parroquia.

Son jóvenes como Samuel Castro Hobusch, que va desde los 8 o 9 años y que afirma que ha «crecido» y aprendido «responsabilidad y motivación». «No estudiaba ni trabajaba. Saqué la ESOy ahora busca trabajo». No se ha alejado de los salesianos y echa una mano en centro juvenil y en los talleres para las niños.

Con 23 años, Alicia Borrego Ruiz, estudiante universitaria, de Educación Social, cargada de su trompeta, explica «yo soy del barrio y entre para hacer la comunión», y no sabe o no quiere echar la vista a lo que hubiera sido su vida sin los salesianos. Está en los grupos de Fe para los menores y toca en la Banda de Cornetas y Tambores de Fraternitas. Es voluntaria de «El Cotarro», como Daniel Márquez, de 18 años, estudiante de Primero de Bachillerato, animador del Centro Juvenil y de los grupos de Fe. «En este barrio conflictivo, la Iglesia es un apoyo. A mí me costaba estudiar y desde que vine cambió mi vida», dice sonriente.

Admiten todos el gran cambio en sus vidas que ha supuesto Jesús Obrero en sus vidas y no sólo los más jóvenes. María Fernández Molina, que sacó el Graduado Escolar en en el Centro Cívico El Esqueleto, lleva a su hija Alba desde hace cuatro años a las clases de apoyo, de piano: los miércoles a los grupos para después de la Primera Comunión, a aprender a montar a caballo «y los domingos a misa», apostilla. Su hijo mayor, Juan Carlos Leiva Fernández, ha acabado enseñando dibujo en el centro. María intenta siempre estar alegre, «la tristeza no soluciona nada». Es la filosofía que la ayuda desde que llegó a las Tres Mil a los once años. «Aquí sigo, vivo en los Amarillos y mis padres en los Marrones». Y sí, admite que aquello es difícil, pero ella misma es ejemplo, como sus dos sobrinas con carrera universitaria frente a otros familiares que se dedican a la venta ambulante.

Los frutos de Jesús Obrero están en las manos y las ilusiones de personas como María del Carmen Rodríguez, también nacida y vecina del Polígono, que ahora es catequista de primer año y que tiene dos hijos que ya han hecho la comunión y que acuden junto a los salesianos. «Esto es lo mejor, que los niños no estén en la calle».

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