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Alpinista, premio Talentia Cultura 201

Lina Quesada: «Si no es por un selfie, nadie creería que en 2005 subí sola un ochomil»

«Compaginar alpinismo y familia es difícil. No puedes hacer cumbre pensando en los hijos»

Lina Quesada: «Si no es por un selfie, nadie creería que en 2005 subí sola un ochomil» r. d.

m. j. pereira

En 2008 se convirtió en la primera mujer andaluza en conquistar el Everest. ¿Alguna otra andaluza lo ha conseguido? -Ninguna otra mujer lo ha hecho en Andalucía. Soy también la mujer andaluza que tiene más ochomiles. Tengo cuatro de los catorce ochomiles que hay en el mundo.

-¿Cómo se aficionó al alpinismo?

-Tarde, con 24 años. Mejor empezar antes porque no tienes miedo. La escalada me llevó al alpinismo. Como en invierno no podía escalar, me fui a esquiar a Sierra Nevada. Entonces dejé los esquís y subí al Veleta. Vi lo que había detrás y me quedé impresionada porque era Sierra Nevada en su máximo esplendor. Me apunté entonces al Club Alpino Sevillano.

-Ha sido la única mujer en ese club ¿A qué lo achaca?

-Es un deporte incómodo, duro, se pasa frío y es más fácil quedarte en casa. Las mujeres pueden hacerlo pero hay que romper convencionalismo. Si quieres realizarte en este deporte y quieres ser madre, tienes que interrumpir tu trayectoria deportiva. Una vez que eres madre cuesta mucho dejar a tus niños para irte a la montaña.

-¿Es incompatible este deporte con la familia?

-Para la mujer es difícil compaginarlo. Es un deporte muy peligroso y una madre, mentalmente, no puede estar concentrada haciendo la cumbre de una montaña peligrosa teniendo hijos en casa. Me he encontrado con muy pocas madres alpinistas. De hecho creo que sólo una inglesa, que subió varios ochomiles y falleció bajando el K2. En aquella época era tachada de mala madre por la Prensa y por la gente. Las alpinistas que nos hemos planteado ser madres hemos tenido que decidir y yo ya tomé mi decisión hace tiempo.

-Vive y trabaja en Sevilla. ¿Cómo se entrena para escalar ochomiles?

-Este año me fui en junio a Pakistán para hacer un ocho mil. Meses antes estuve entrenando para ganar musculatura y comía más para coger peso. Siempre vuelvo de las expediciones con menos peso porque allí se come poco o se tiene diarrea por comer nieve o tener parásitos intestinales. Cuando vuelvo, todos los fines de semana voy a Sierra Nevada y subo el Veleta, incluso los que cierran las pistas por vientos de 140 kilómetros de hora. Muchas veces duermo en la cumbre del Mulhacén porque tengo un saco de dormir que aguanta temperaturas de -40 grados. Me gusta esa aventura y me quita el miedo para lo que me voy a encontrar después.

-¿Practica este deporte sin apoyo económico público o de un sponsor?

-Desde 2011 no he tenido ayuda económica de la Junta ni de la Diputación ni del Ayuntamiento.

-Intuyo que costear esas expediciones con dinero propio es una ruina.

-Ha habido momentos en que he pedido ayuda a amigos y he estado también a punto de pedir préstamos al banco para ir a un ochomil. Algunos alpinistas están considerados deportistas de alto rendimiento. Yo este año he conseguido que la Junta me considere como tal y me pueda pedir un mes y medio para irme de expedición.

-¿Cuánto le costó la última expedición al Karakórum, en Pakistán?

-Unos 6.000 euros, eso sin contar que tengo el material. Una expedición son al menos 45 días, lo que quiere decir que tienes que pedir en tu trabajo 15 días sin sueldo y dejar pagada la hipoteca los dos meses que te vas.

-¿Por qué la Administración presta tan poca ayuda a este deporte?

-Hubo una época en que nos ayudaba porque veía que era un buen referente para la juventud porque llevamos una vida sana, pero eso se acabó con los recortes. ¿Qué es mejor para una joven: tener como referente a modelos anoréxicas o a deportistas sanas? Por eso creo que la Administración debe volver a financiar el alpinismo porque es un deporte que difunde valores muy positivos.

-¿Qué tiene la montaña que le ha enganchado tanto?

-Vivencias tan extremas que un día a día normal te resulta muy poca cosa. Es una continúa prueba de supervivencia, días de viento fuerte, de frío, con peligro de que caigan piedras o haya avalanchas, grietas que se rompen cuando vas a cruzarlas... es una continúa incertidumbre durante 45 días. En la vida diaria no hay riesgos. En Sevilla es posible que se te olviden las llaves dentro de casa y, bueno, llamas al cerrajero y ya está.

-Se duerme fatal en las alturas y a pesar de todo las alturas le llaman.

-Sí, a esa altitud te duele mucho la cabeza, se pierde el apetito... en realidad el cuerpo sufre porque no está preparado para esa altura. El frío es malo para los capilares de las extremidades, la falta de oxígeno puede incluso crear lesiones cerebrales irreversibles y destruye muchas neuronas... A pesar de eso, sigo porque te compensa cuando ves una puesta de sol con el K2 a la espalda y de frente todos los glaciares del Karakórum. Y eso sólo se consigue cuando estás fuerte y has entrenado duro durante un año.

-¿En ocasiones se ha preguntado qué hace a 8.000 metros de altitud jugándose la vida?

-Eso se dice siempre pero con la boca pequeña porque te apasiona.

-¿Cuánta gente inexperta ha visto en el Everest?

-Todo el que tiene dinero tiene derecho a ir al Everest y es verdad que se ha convertido en un teatro, en la que el sherpa lo hace todo. He visto a gente inexperta en el Everest aprendiendo a encordarse para cruzar grietas o a ponerse los crampones.

-¿Cuándo escala sola se hace selfies?

-(Risas) Claro. Voy a decir algo que puede ser polémico. Si en el primer ochomil que hice cumbre en 2005, no me hubiera hecho un selfie con el Everest a mi espalda, con lo machista que es este mundo tengo la seguridad de que nadie hubiera creído que una sevillana lo hubiera conseguido sola.

-¿Su sueño es completar las siete cumbres más altas del mundo?

-Me queda en Papúa Nueva Guinea la pirámide de Carstens, que tiene 4.884 metros, y en la Antártida el Monte Vinson, de 4,897 metros, pero es muy caro volar hasta allí y necesito un sponsor porque cuesta 10.000 y 25.000 euros cada una de esas expediciones.

-¿Se atreve con el K2, la segunda montaña más alta del mundo?

-No me lo planteo porque está por encima de mis posibilidades. Es muy peligroso, demasiado alto para ir sin oxígeno. No quiero vivir situaciones dramática como las que he visto vivir allí.

-Hay quien dice que usar oxígeno para subir un ochomil es doping.

-Sí, realmente lo es pero también depende de la cantidad de oxígeno que tomes. Yo llevé tres botellas al Everest y hay gente que lleva quince. ¿Que si le quita romanticismo subir usando oxígeno? Sí, aunque la única persona que intentó en 2008 subir al Everest sin oxígeno falleció bajando porque su cuerpo no podía más.

-¿Qué hace falta para ser una buena alpinista?

-Fuerza de voluntad, fortaleza psíquica y física, entrenar y conocimientos técnicos. Es fundamental tener las ideas muy claras, saber cuándo tienes que darte la vuelta y cuando puedes seguir.

-¿No le ha dicho nadie «para ya»?

-Sí, mi familia. Había una época que hacía dos ochomiles en un año y ya he bajado mi ritmo. De mis expediciones hay gente que no ha vuelto. Todos los años fallece gente, amigos, lo cual es desmoralizante. Mi próximo proyecto será un sietemil porque los ochomiles me los quiero quitar de la cabeza. Ahora voy a Pirineos a entrenar quince días. A largo plazo quiero hacer un sietemil en Nepal pero tengo que ahorrar antes o encontrar un sponsor.

-¿Se llevará la bandera de Sevilla para coronar la próxima montaña en Nepal?

-Siempre me he llevado la bandera de Andalucía pero este año me llevé la bandera de Sevilla y espero recibir ayuda económica del Ayuntamiento porque me la prometió pero aún no ha llegado.

-¿Cuál es la edad para retirarse en el alpinismo?

-No lo sé porque pensaba que con 40 años me habría retirado y me veo con ganas de seguir. Carlos Soria, con 72 años, va todavía a ochomiles.

Lina Quesada: «Si no es por un selfie, nadie creería que en 2005 subí sola un ochomil»

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