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La Santa Caridad abre las últimas habitaciones de Miguel Mañara

A partir del 9 de febrero, fieles y visitantes podrán conocer las últimas estancias que ocupó y en las que murió el siervo de Dios

La Santa Caridad abre las últimas habitaciones de Miguel Mañara vanessa gómez

aurora flórez

A partir del 9 de febrero, fieles y visitantes podrán conocer las sobrias estancias que ocupó el venerable siervo de Dios Miguel Mañara en el Hospital de la Santa Caridad, desde que pidió vivir en el hospicio en 1677 dejando una pequeña casa cercana en la que había recalado tras deshacerse su casa palacio de la calle Levíes.

Son tres sencillísimas habitaciones, a las que se accede desde dos tramos de escaleras, con contrahuella de azulejería, y el segundo, que lleva al vestíbulo. Ambas escaleras son originales y mandadas a construir por el propio Mañara para sus frecuentes visitas nocturnas para orar ante el Santísimo Reservado en la sacristía, que se halla justo bajo los cuartos.

La Hermandad de la Santa Caridad abre las puertas de este espacio, un proyecto que llevaba tiempo acariciando y que permitirá por una parte dar a conocer estas estancias ocultas durante años y por otra acercar al público la figura de Miguel Mañara, empañada y confundida por las leyendas que se tejieron en torno a su vida y su equívoca asimilación al mito de don Juan Tenorio.

Los rosales inmarcesibles

El principio de la visita está en el patio interior de los ocho rosales milagrosamente inmarcesibles de Mañara y el final en la cripta que guarda sus restos bajo el altar mayor de la iglesia de San Jorge. Desde este patio interior, creado en el siglo XIX y presidido por un busto de Mañara sobre una columna, debido a José Lafita, parten las escaleras antes citadas.

Al final de ellas, en el vestíbulo, reciben dos retratos, el del padre Tirso González, jesuita compañero en su obras de celo; y de Ambrosio Spínola, el arzobispo limosnero. La Hermandad de la Santa Caridad ha huido del atrezo o el trampantojo para recrear las dependencias del siervo de Dios que, tras el breve vestíbulo, hallará el visitante.

En 1957, dándoles la importancia espiritual y su valor para reconfortar a sus devotos, el entonces arzobispo José María Bueno Monreal las bendijo con la intención y el propósito de que quedaran abiertas.

Las estancias conservan el suelo original y han sido iluminadas

La Santa Caridad ha recuperado el suelo original, el que pisaba Mañara, de barro cocido, e iluminado adecuadamente, con luz levemente tenue camuflada en el artesonado de madera, las estancias blancas de cal. En la primera dependencia, sobre una mesa pueden verse algunos objetos relacionados con la Casa y con Mañara, como su busto, realizado a partir de su mascarilla mortuoria, de la se expone una copia en una vitrina —la original está junto a otros objetos, como el cilicio del siervo de Dios en la sala de cabildos—; junto al cilindro que contuvo monedas del primer enterramiento de Mañara, extramuros de la Casa

Más humildes aún, como debió ser, se presentan las estancias contiguas. Una cruz arbórea en la pared y la ventana desde la que se perfilan la Giralda y los pináculos catedralicios que vio don Miguel. Recreando con la imaginación la cortina que describió su paje, Pérez de Velasco, «frailera, tan rota y llena de abujeros que parecía una red», impacta la mínima alcoba, en la que murió Mañara en olor de santidad.

Sevilla tiene la oportunidad de redescubrir a Miguel Mañara en estas visitas, que pueden concertarse en el 954 223 232 y en el correo secretaria@santa-caridad.es. Un padrenuestro y un credo por su pronta beatificación es lo que pide la Santa Caridad.

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