¿Y si a la obra de Pelli la bautizaran como Torre Betis?
Ya en el último piso un operario soldó el escudo del conjunto de Heliópolis, y sería un homenaje al río. No obstante, Torre Sevilla fue el primer nombre que le aplicó Pelli al proyecto

Los rascacielos, los edificios más singulares del conjunto urbano, tienen nombre. Y no un nombre cualquiera. Caixabank, la propietaria del que se construye en la isla de la Cartuja, está dispuesta a que el inmueble de oficinas que se levanta en la entrada de Sevilla por la A-49 tenga un nombre propio que lo desligue del arquitecto argentino César Pelli que lo proyectó. Ya se intentó con Torre Cajasol, como se conoció cuando la caja de ahorros sevillana impulsó su construcción, pero el nombre decayó con la propia caja, absorbida por la Caixa.
En tales circunstancias, Caixabank se ha dado un plazo de tres meses para encontrar un nombre adecuado que identifique el edificio de oficinas. El primer nombre que ha saltado a la palestra es el de Torre Sevilla, que es como originariamente bautizó su proyecto el arquitecto Pelli, que ha ido sembrando de rascacielos el mundo entero: la Torre Iberdrola de Bilbao y la Gran Torre Santiago de la capital chilena son coetáneas del conjunto sevillano. Torre Sevilla es el equivalente a Torrespaña (el «pirulí» de Televisión Española en Madrid) o Torre de Madrid, el rascacielos en la plaza de España de la capital.
Pero hay otras posibilidades: Torre Cartuja haría honor a la corta hidráulica que dio origen a la península (está unida a Triana) donde se asienta el monasterio de la orden de San Bruno en que reposó el cadáver de Colón. Torre Chapina o Torre Patrocinio harían referencia al emplazamiento en sí al modo de la Torre Montparnasse de París, que desató en los años 70 parecida polémica a la de Sevilla. Otras denominaciones tienen menos posibilidades: Torre Guadalquivir es largo y Torre Betis (por el nombre latino del río) se tomaría por el equipo de fútbol. Si bien en el último piso un operario soldó el escudo del conjunto de Heliópolis, dividiría a la ciudad.
Desde luego, lo anormal es que un edificio se conozca por el nombre de su arquitecto como ocurre en la actualidad. Sin ir más lejos, el proyecto Stirling (por sir James Stirling) se abandonó y en su lugar apareció el centro comercial Nervión Plaza. Lo normal es que el promotor o el dueño bautice con su propio nombre la torre, como por ejemplo Don Fadrique tras la Reconquista sin salir de Sevilla, el Burj Khalifa de Dubai o la empresa petrolera Petronas con las torres que precisamente César Pelli levantó en Kuala Lumpur (Malasia).
El edificio Chrysler de Nueva York, la torre Agbar de Barcelona, la torre Willis (antes Sears) de Chicago y tantos otros ejemplos remiten a sus propietarios. En otros casos, el nombre del rascacielos obedece a alguna característica constructiva o de sus materiales. La Giralda se llama así por la veleta que la corona; The Shard en Londres por la forma de esquirla de vidrio que presenta; Dubai ha visto alzarse The Torch (antorcha) y Nueva York tenía las Torres Gemelas, derribadas en atentado terrorista el 11 de septiembre de 2001.
El emplazamiento determina no pocos nombres: en Manhattan, el 432 Park Avenue; o en Londres el One Canada Square, en la zona de Canary Wharf, también de César Pelli.
Qué ironía del destino sería que el apellido de un arquitecto tan fecundo quedara asociado a un edificio normalito -casi de catálogo- en Sevilla, que ya tiene sus torres del Oro y de la Plata. ¿Podría ser Torre Velázquez? Madrid tiene una Torre Picasso. ¿No podría Sevilla dedicarle el edificio más alto a su pintor más encumbrado?
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