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«Si no fuese por el comedor social, tendría que robar para comer»

Rafael Guerrero lleva 15 años acudiendo al centro de las Hijas de la Caridad en Triana

maría bengoa

A sus 52 años , Rafael Guerrero es el fiel reflejo de la importante labor que realizan los comedores sociales en Sevilla. La vida de este sevillano no ha sido fácil. Sufre una minusvalía psíquica reconocida por la Administración, lo que le ha impedido desarrollarse con normalidad. Esa deficiencia le excluyó, a los 19 años, de realizar el servicio militar y le llevó a confiar en «malas compañías», que terminaron por hundir a Rafael en una espiral de drogas, alcohol y juego.

Ayuda profesional

Durante los años de juventud, las peleas formaron parte del día a día de Rafael, que aún recuerda cómo las drogas y el alcohol le llevaron a convertirse en una persona autodestructiva. Ahora, orgulloso de su recuperación, insiste en la importancia de ponerse en manos de profesionales y cuenta cómo, gracias a los psicólogos de los centros sociales a los que estuvo acudiendo, consiguió salir de esta terrible situación.

Ahora, Rafael es un hombre nuevo y alejado de las adicciones. Vive en el barrio sevillano de «Los Pajaritos» junto a su pareja, actualmente en tratamiento por VIH, y acude cada día desde hace 15 años al comedor de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, en Pagés del Corro (Triana), desplazándose en transporte público gracias al Bonobús Solidario de la Junta de Andalucía. Esa ayuda es vital para Rafael, que recibe una paga no contributiva aproximada de 300 euros, y 97 euros procedentes del salario social , que recibe en los seis meses de duración de la prestación. Esas cantidades impiden cubrir las necesidades básicas de este sevillano, que aún así, relata cómo los días que puede comprar alimentos para él y su pareja, evita acudir al comedor y así dejar su almuerzo disponible para otras personas más necesitadas. Un almuerzo completo que se complementa con un bocadillo y fruta para la noche .

Tras trabajar como auxiliar de vigilancia y aparcacoches en la ciudad, Rafael sueña con encontrar un empleo que le permita valerse por sí mismo y ceder su plaza en el comedor, lugar donde ha encontrado el cariño y dedicación de los voluntarios y una familia en sus compañeros de comida. Allí hay un equipo de trabajadores sociales que orienta al sevillano en la búsqueda de empleo y en la superación de sus limitaciones psíquicas, que le limitan a la hora de encontrar un empleo estable. Rafael reconoce que de no contar con este almuerzo diario y en casode continuar sin trabajo tendría que elegir entre vivir en la calle o tener que delinquir para conseguir comida .

Gracias a este comedor se siente apoyado y querido , gestos que le han valido para intentar superarse día a día, dedicando gran parte de su tiempo a la lectura de libros de autoayuda y de corrección del habla para expresarse con soltura y aprender a relacionarse con los demás.

«Si no fuese por el comedor social, tendría que robar para comer»

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