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Día de despedidas para los niños del desierto saharaui de acogida en Sevilla

En sus maletas llevan enseres básicos, ropa y material escolar para el resto del año

Día de despedidas para los niños del desierto saharaui de acogida en Sevilla V.gómez

cristina aguilar

Faltaban pocas horas para que el último avión, con casi 150 niños , partiera desde el aeropuerto de San Pablo hacia el desierto saharaui. Lo hizo a las once y cuarto de la noche del pasado domingo. Momentos antes, los pequeños y las familias de acogida quisieron hacer eterno el último abrazo de despedida . Un adiós que, en la mayoría de los casos, sólo significa hasta luego. Hasta entonces, anduvieron inquietos porque nada puede quedar fuera de su equipaje: mochilas, cuadernos y lápices para el colegio; ropa para el invierno y recuerdos para sus padres y hermanos que los esperan con los brazos abiertos en los campamentos de refugiados de Tindouf (Argelia).

Atrás quedan dos meses de diversión alejados de los 55 y hasta 60 grados que llega a alcanzar el mercurio, durante los meses estivales, en el árido y pedregoso desierto en el que viven. En Sevilla, además, han dejado atrás un verano de carencias sanitarias, nutricionales y vitales.

Dentro del proyecto «Vacaciones en Paz» , coordinado por la Federación Andaluza de Asociaciones Solidarias con el Sáhara (Fandas), llegaron a la provincia más de 300 niños los primeros días de julio. Una cifra considerable pero menor que la registrada hace cuatro años. Así, si en 2011 venían a Sevilla 412 menores -1.649 a Andalucía-, este año lo han hecho 303 -1.380 a toda Comunidad Autónoma-. «La crisis económica , que ha golpeado duramente a las familias, y los recortes por parte de las administraciones públicas hacen que resulte complicado sacar adelante una iniciativa como ésta, pero parece que vamos encontrando fórmulas para llevarlo a cabo», señala Gely Ariza, presidenta de Fandas.

«Antes de la crisis, los ayuntamientos , a través de las áreas de Asuntos Sociales, financiaban todo o parte del billete de avión de los niños, que asciende a 640 euros. Ahora, de los grandes municipios de la provincia de Sevilla, sólo lo siguen haciendo La Rinconada y Dos Hermanas, además de algunos más pequeños», afirma Diana Fernández, una de las coordinadoras del proyecto en Sevilla.

A esos 640 euros , a los que tienen que hacer frente las familias, habría que añadir casi el doble más en concepto de manutención, ropa y asistencia médica, si la precisan. Algo que a las familias se les hace muy cuesta arriba. Loli y Joaquín, son un ejemplo. Esta familia, con recursos económicos limitados, asegura que durante el año «saca el dinero de debajo de las piedras» para poder traer a un niño saharaui. «Cuesta mucho trabajo recaudarlo. Pero tienes una ilusión tan grande, que te lo quitas de donde sea con tal de que éstos vengan y tengan sus revisiones médicas, sus vacunas. Para ello, durante el año vendemos pulseras, hacemos rifas, cenas solidarias o maratones. Tengo fibromialgia -confiesa Loli- y hay días que no me puedo mover de la cama, pero estos niños me dan fuerza. Siento que tengo que luchar por ellos y soy feliz haciéndolo».

Menores de entre 8 y 12 años

Los menores que llegan desde los campamentos tienen entre 8 y 12 años. Allí estudian español, por lo que a las familias no les resulta excesivamente complicada la comunicación. En 15 ó 20 días, cuentan, están hablando nuestro idioma perfectamente . En este sentido, las familias declaran que los pequeños se adaptan rápido a su nueva situación. «Los primeros días están muy observadores: dónde van a dormir, qué van a comer. Pero en cuanto hablan por teléfono con sus familiares se relajan y todo fluye con normalidad», asevera Loli.

Durante el mes de julio, estos niños han tenido numerosas excursiones dentro del programa «Vacaciones en Paz»: a Isla Mágica, al Acuario, al zoológico; visitaron la casa de Blas Infante y el museo de la Ciencia, incluso fueron bomberos por un día. En agosto, cada niño disfrutó con sus familias de la playa, el campo y la ciudad.

Ahora se van, pero pronto volverán a verse o a escuchar sus voces. Muchas familias que acogen ahora a niños saharauis organizan un viaje en diciembre y otro en febrero para visitarlos y conocer dónde viven y a sus familiares. A los que sus bolsillos no alcanzan para tal aventura, se conforman con hablar con ellos por teléfono cada quince días. Por eso, lo de hoy, es sólo un hasta luego.

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